La Cabala no sólo emplea la Doctrina de las Emanaciones, simbolizada por el Arbol de Vida sefirótico, sino que utiliza el alfabeto hebreo como fundamento de una serie de disciplinas, construidas en base a transposiciones de letras y números en las palabras, o relacionadas con el valor que ellas sustentan (por ejemplo: dos palabras en que la suma de sus letras corresponda a igual cifra numérica son análogas, y su significación intercambiable, o idéntica). La Tradición confiere un valor particular al nombre de las cosas, lo cual es especialmente cierto en el trabajo cabalístico.
A continuación ofrecemos un cuadro con las veintidós letras del alfabeto hebreo, sus nombres y valores numéricos. Cada letra de este alfabeto sagrado se corresponde con un número, como fue también el caso entre los griegos antes de la anotación arábiga. Los números eran designados en esas épocas con las letras alfabéticas correspondientes.
Algunos tarotistas han identificado las letras del alfabeto hebreo con cada una de las 22 láminas de los arcanos mayores del Tarot, lo que no deja de ser significativo, como lo ejemplifican, entre otras, la letra Mem, correspondiente a la lámina 13, La Muerte, y la Nun, relacionada con la número 14, La Templanza, símbolos de muerte y resurrección, respectivamente.
Arcano
Letra
Valor
I
El Mago
Alef
1
II
La Sacerdotisa
Beth
2
III
La Emperatriz
Guimel
3
IV
El Emperador
Daleth
4
V
El Papa
He
5
VI
El Enamorado
Vau
6
VII
El Carro
Zayin
7
VIII
La Justicia
Heth
8
IX
El Ermitaño
Teth
9
X
La Rueda de la Fortuna
Iod
10
XI
La Fuerza
Kaf
20
XII
El Colgado
Lamed
30
XIII
La Muerte
Mem
40
XIV
La Templanza
Nun
50
XV
El Diablo
Samekh
60
XVI
La Torre de Destrucción
Ayin
70
XVII
La Estrella
Fe
80
XVIII
La Luna
Tsade
90
XIX
El Sol
Qof
100
XX
El Juicio
Resh
200
XXI
El Mundo
Shin
300
0
El Loco
Taw
400
Algunos tarotistas invierten las letras correspondientes a los dos últimos arcanos, El Mundo y El Loco.
Los siete metalesSiete son los materiales con los que trabaja el alquimista y que corresponden exactamente, por analogía, con las siete energías que los astros representan en el cielo. Estos "metales" que el mundo y el hombre conllevan en su interior, se combinan constantemente entre sí, y bien pueden asimilarse en el hombre a energías de tipo psíquico, como es en el caso de los planetas. El símbolo es correspondencia rítmica entre dos energías que emiten en la misma frecuencia de onda y por lo tanto se corresponden entre sí. El símbolo es por eso lo que fundamenta las leyes de la analogía y la correspondencia. Y él liga una cosa, ser, o espacio conocido, con otro desconocido al que él se está refiriendo. El símbolo gráfico que representa esta realidad es el conocido sello salomónico, donde un triángulo equilátero con el vértice hacia arriba se espeja en otro exactamente igual pero con el vértice hacia abajo, es decir de modo invertido.
El caldero alquímico, el horno donde se cuecen las combustiones, es llamado en Alquimia Athanor. Es asimismo una reproducción en miniatura del macrocosmos e igualmente del microcosmos, o sea del universo y el hombre. Este Athanor está construido a niveles superpuestos. En el primero se encuentra el fuego indispensable para la Obra. El segundo y el tercero, donde se cuecen propiamente las sustancias, son verdaderamente transformadores, y a veces se los suele considerar como un solo cuerpo. En el cuarto nivel las formas y la materia se han volatizado y existen de una manera distinta y trascendente. Los gases, que ocupan la parte superior del Athanor, están vinculados con lo sutil, mientras que la sustancia de la Gran Obra se relaciona con lo denso. Este proceso de perpetuo refinamiento y reciclaje de energías es la clave de la Alquimia, la cual acostumbra trabajar con el favor del Tiempo. La transformación de la materia en un modo de realidad diferente, es el propósito del sabio alquimista.
La Tradición HerméticaLa Tradición Primordial y Unánime, toma en Occidente la forma de la tradición hermético-alquímica, la que se expresa históricamente a través de los mitos y símbolos cosmogónicos egipcios, judíos, griegos, romanos, cristianos y árabes, por medio de la ciencia esotérica que constituye la unidad de todos esos pueblos.
El Hermetismo debe su nombre a Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande, personaje mítico, intermediario y Mensajero de los Dioses, que con distintos nombres ha aparecido en diversos momentos históricos y lugares geográficos, siempre como educador de los hombres y transmisor de la Doctrina y la Enseñanza Tradicional. Entre los egipcios se lo llamó Thoth y fueron los griegos los que le dieron el nombre de Hermes. Los romanos lo asimilaron al planeta Mercurio; y las tradiciones judeo-cristiana y árabe lo relacionaron con diversos ángeles y profetas, como Rafael, Enoch, Elías e Idrish, y hasta con el Maestro Jesús, el que jugó también un papel de mensajero y educador. De hecho, en todas las demás tradiciones podemos encontrar mitos similares y personajes con idénticos atributos, que tomando distintos nombres han sido la manifestación de esa misma energía, espíritu o dios, al que nos estamos refiriendo.
El Hermetismo se ha expresado más como una ciencia que como una religión, y de hecho podríamos decir que se trata de una Ciencia de Ciencias, al ser el origen y el principio de todas las ciencias conocidas. Hay innumerables textos sagrados que se han considerado como integrantes de estas ciencias hermético-alquímicas, comenzando por aquéllos a los que se ha dado el nombre de Corpus Hermeticum. Ya tendremos oportunidad de irnos refiriendo a ellos (ver bibliografía), y sobre todo a sus Ideas, que fundamentalmente a través de la Cábala, la Alquimia, la Numerología y la Geometría, la Astrología-Astronomía y el Tarot (también denominado Libro de Thoth), han llegado hasta hoy con toda la fuerza que tantos sabios, a través de los siglos, les fueron otorgando.
Lo exotérico y lo esotéricoAl tratar de comprender los símbolos, se hace indispensable tener una idea clara de dos aspectos opuestos y complementarios que todo símbolo posee: lo exotérico y lo esotérico. Lo exotérico es lo externo, la forma visible que una energía determinada toma para manifestarse al mundo de los sentidos, y que varía según el tiempo, el espacio y el nivel de la realidad en que se expresa. Lo esotérico significa lo interno, lo oculto e inmanifestado, la parte secreta del símbolo que no es otra cosa que una energía, idea o fuerza, que todo signo sagrado contiene, y que en nuestros trabajos es lo que verdaderamente interesa aprehender, conocer y experimentar. Las ciencias ordinarias estudian al símbolo únicamente desde el punto de vista exterior, y por lo tanto sólo pueden percibir las diferencias aparentes entre las distintas tradiciones y las diversas ciencias, no pudiendo establecer verdaderas relaciones entre ellas, como las que nuestra Ciencia Esotérica podrá darnos, pues ella conoce la identidad profunda de las energías a las que se refiere, que trascienden su apariencia formal y nos conectan con esa realidad metafísica que sólo a través de lo esotérico podremos percibir.
Lo esotérico es por lo tanto unificador y esclarecedor y sólo lograremos comprenderlo cuando estemos dispuestos a traspasar y penetrar las simples apariencias de las cosas y los símbolos, permitiendo que éstos nos revelen esas energías ocultas que ellos poseen, y que son capaces de despertar las fuerzas invisibles que todos tenemos en nuestra propia interioridad. De este modo podemos penetrar a otros espacios de nuestro ser; otras aulas y ámbitos unidos extrañamente a la memoria, que serán los pasos previos al ingreso a nuestra Iglesia Secreta, simultánea; y por lo tanto completamente atemporal.
CábalaDaremos una última correspondencia. La que relaciona a las sefiroth del Arbol con las distintas partes del cuerpo humano. Ya que para la Cábala el cosmos es un hombre gigantesco llamado Adam Kadmon, y el ser humano una miniatura de él:
– Kether, Hokhmah y Binah constituyen su cabeza, estando estas dos últimas sefiroth vinculadas al ojo derecho y al izquierdo, respectivamente, aunque asimismo corresponden a cada uno de los hemisferios cerebrales.
– A Hesed se le asigna el brazo derecho, y el izquierdo a Gueburah, mientras que el corazón, o centro del Arbol, debe atribuirse a Tifereth.
– A Netsah la pierna y la cadera derecha, y a Hod las análogas del lado izquierdo, siendo Yesod la que se asimila a los genitales, quedando finalmente Malkhuth en relación con los pies.
Hemos de recordar sin embargo que de acuerdo a las leyes de la analogía y la naturaleza de los símbolos, lo que es derecho desde un punto de vista puede ser izquierdo desde otro. Por lo tanto, puede también verse al Arbol de manera invertida a como se indicó, correspondiendo en ese caso a la columna del amor lo izquierdo y a la del rigor lo derecho.
SIMBOLOS FUNDAMENTALES DEL TAROT
Diccionario
Agua. El agua es anterior al sol y a la tierra, que surgió de ella. Los antiguos llamaron aguas superiores a aquel mundo signado por los fenómenos atmosféricos –y al aire como su medio natural– que tiene al firmamento como cúpula; y aguas inferiores a los líquidos que conforman los mares, ríos, lagos y manantiales –y sus equivalentes psicológicos y gnósticos–, presentes en todo el planeta. Las aguas son símbolo de purificación como bien puede verse en las sociedades arcaicas que acudían a ellas en busca de una nueva vida (por ejemplo el bautismo cristiano). El agua, energía pasiva, fecunda constantemente la actividad de las potencias. En la lámina XIIII se entremezclan las aguas y, paradójicamente, en la XVII, los mismos líquidos, recogidos de un cauce, vuelven a integrarse a su corriente. Las aguas son un vehículo necesario para la reproducción de todas las especies; las de la lluvia han sido tomadas constantemente como un factor imprescindible para la generación universal, a tal punto que los dioses de la lluvia ocupan un lugar análogo o aún más importante que las deidades solares en ciertos panteones; la sequía es sinónimo de maldición (ver luna, nube, cangrejo). La copa (ver), el hombre copa, o piedra viva, nace de la actividad del cielo propagada por las lluvias sagradas.
Aguila. De entre todas las aves ha sido casi unánimemente destacada el águila, no sólo como portadora de buenos augurios, relacionados con tranquilidad, fuerza, majestad, altura, sino también como parte de los atributos de la realeza, o nobleza, precisamente por las características de su vuelo, su mirada penetrante, su don de caza y lo imperturbable de su existencia. En las láminas III y IIII se observan águilas imperiales vistas de lado izquierdo y derecho. En la XXI, donde los cuatro evangelistas son simbolizados por los signos fijos zodiacales, se observa un águila, imagen antigua de Escorpio.
Alas. Las alas caracterizan a todo aquello que vuela (ver aves, águila). El heraldo alado de la lámina XX anuncia nuestra resurrección. Algunos creen ver en el trono de La Emperatriz (carta III) forma de alas. Cupido, gracias a sus alas, parece flotar en el espacio (lámina VI). El Angel de la Templanza (arcano XIIII), La Esfinge Inmóvil de la carta X, y El Diablo, tienen alas pero no están suspendidos en el aire o aguas superiores. Eso, lejos de indicar que no vuelan, podría señalar el hecho de que lo pueden hacer. Finalmente, en la lámina XXI, El Mundo, podemos observar a un águila en correspondencia con el evangelista Juan, el discípulo amado, heredero del testamento cristiano y autor también del Libro de la Revelación o Apocalipsis en donde aparecen numerosos ángeles o personajes alados. Leamos este libro, especialmente su capítulo XXI (ver entrada siguiente).
Angel. Visibles en las láminas VI, XIIII, XX y XXI, los ángeles representan estados sutiles del ser y se ocupan de realizar los llamados y anuncios al despertar la conciencia. Para las tradiciones llamadas "del Libro" el Diablo, carta XV, es un ángel caído (ver "alas").
Animal. El animal sintetiza las potencias instintivas y a veces bestiales de los humanos. Los pueblos antiguos han creído siempre en la existencia de un alter ego animal estrechamente relacionado con el hombre. Todos los animales existentes en distintos lugares geográficos y en diferentes tiempos históricos, han sido símbolos importantísimos incluidos en la cosmovisión de los pueblos arcaicos. En el cristianismo también ha sucedido esto, y no sólo deben recordarse los distintos animales que aparecen en los evangelios, relacionados con la vida de Jesús, sino todo el bestiario cristiano y sus asociaciones con Cristo, la Iglesia, los evangelistas y algunos santos.
Arco. La tensión del arco está relacionada matemáticamente con el poder de la flecha (ver). Pitágoras estudió musicalmente estas correspondencias en relación al tamaño de la cuerda. El arco guerrero es un instrumento vibratorio que impulsa a distancia su potencia anónima. En muchos pueblos arcaicos los límites de su territorio estaban dictados por las distancias que recorrían las flechas disparadas por sus jefes hacia las cuatro direcciones del espacio.
Athanor. Uno de los pocos símbolos constructivos presentes en el Tarot es el arcano XVI, llamado La Torre de Destrucción o Casa de Dios. Algunos de los artistas que se ocupan del Tarot y juegan con él ven en esta torre una imagen del athanor alquímico, donde los alquimistas preparan sus cocciones, el cual ha sido a su vez asimilado con el alma o la psique humana. En determinado momento, todo lo que se había logrado comprender de pronto es destruido y el filósofo queda nuevamente en ayunas. Reconstruir piedra por piedra el athanor es volver a integrar un orden en el que los seres humanos estamos comprendidos.
Aura. Luminosidad extracorporal que se produce en muchos casos como fenómeno natural entre aquellos estudiosos de la ciencia hermética, los que por la índole de su trabajo son capaces de ligar con lo metafísico. En la iconografía medioeval sabios, santos e iluminados, suelen estar nimbados por una luz transpersonal que, en la vida cotidiana, muchos psíquicos dicen advertir en sus semejantes. En la lámina XX vemos esta aura en el ángel anunciador, y en la XXI debemos advertirla en la simbólica de los animales, aunque no la lleva el toro, equiparado a la tierra.
Aves, pájaros. Son los animales que corresponden al elemento aire; por lo tanto en todas las mitologías actúan como transmisores de mensajes, tal cual el viento anuncia las lluvias. Este simbolismo también alcanza a sus plumas y alas, y así vemos al dios grecorromano Hermes-Mercurio ornado con estos atributos en su casco y pies. El pájaro negro, o cuervo, ha sido a veces considerado como el emblema de la nigredo, estado alquímico de putrefacción que conocen los adeptos. Lámina XVII.
Balanza, equilibrio. La balanza, como forma del equilibrio, mantiene un eje fijo e inmóvil, polar, que permite advertir la dualidad de los pesos que en cada uno de sus dos platillos son medidos. Imagen de la equidistancia, es sensible sin embargo a los pros y los contras que constantemente conforman el universo. Los antiguos vieron en el cielo el ideograma de la balanza que siendo primitivamente polar fue posteriormente traspuesto al orden zodiacal. La balanza es visible en la lámina VIII, La Justicia. Hasta el último de tus cabellos está contado.
Barba. Virilidad, decisión, autoridad, por ejemplo en El Emperador, los reyes de copas y oros; también sabiduría en el caso de El Papa, hierofante o psicopompos y de la número VIIII, El Ermitaño.
Basto, bastón. Activos, fálicos, símbolos del vínculo vertical cielo-tierra (ver cetro). En las tribus océanicas indoamericanas y africanas, como el báculo, es instrumento ceremonial propio de los chamanes; signo de autoridad.
Bien y mal. Dos caminos. En el arcano número VI se encuentra cabalmente mostrada la decisión de un personaje al que lo atraen dos fuerzas igualmente poderosas e importantes. En el pitagorismo estas dos energías estaban significadas por las bifurcaciones de la letra Y. Nacidas de una raíz común nos obligaban a tomar una decisión acorde con el camino trazado. En su aspecto moralizante estas fuerzas opuestas pero latentes en el alma de El Enamorado no son sino la constante conjunción de opuestos a la que se ve conscrita cualquier alma en el camino de su Liberación. El bien y el mal no son sino dos aspectos de una misma cosa, salvo que el Bien se escriba con mayúscula y sea idéntico a la Liberación. En ese caso el bien sería uránico y el mal ctónico, estableciéndose así una jerarquía natural entre el ser y el otro, el auténtico Yo y lo egótico-personal.
Bolsa, saquito. La bolsa o el saco denotan lo más íntimo, la pertenencia interna de cada sujeto; por eso es también un símbolo del ser y de las posibilidades de lo allí guardado. Todos nuestros objetos necesarios, nuestros instrumentos mágicos, se hallan en la bolsa; aún hoy en día, nuestras llaves (claves), nuestro dinero (medio de cambio), y las libretas de direcciones (es decir, la relación con nuestro entorno), y aun nuestro crédito, aquellas horribles y eficientes tarjetas plásticas, las cargamos en la bolsa. Los chamanes indoamericanos suelen llevar sus objetos de poder durante toda la vida en envoltorios o paquetes sumamente sagrados que ocultan su contenido a las miradas de los vulgares profanos. Nada de valor comercial se halla en ellos, sólo son objetos totalmente cosmizados por su propia naturaleza simbólica, vale decir: supracósmica. En el arcano sin número, denominado El Loco, éste lleva ocultas en su saco todas sus pertenencias.
Caballero. Hay una asociación muy estrecha entre aquél que maneja su caballo y éste, o sea del vehículo-conjunto en sí, a tal punto que los autóctonos americanos cuando la invasión española, creían ver en ellos un solo animal fabuloso. Los caballeros del Tarot pertenecen a la antigua ordenación medioeval donde la autoridad era ejercida por los sabios, los cuales otorgaban el poder a los guerreros y sus cortes como prolongación de su mandato divino; los comerciantes y burgueses y aquéllos dedicados a las labores más sencillas completaban el esquema tradicional. Las órdenes militares de todos los pueblos han contribuido de una manera directa y activa a la generación universal. (Ver caballo).
Caballo. Vehículo terrestre por excelencia, el caballo, dotado de una cantidad de condiciones (fuerza, destreza, intuición) puestas al servicio del hombre, ha jugado un importante papel en la simbología. Su desplazamiento, como en la carta VII, está asociado a la movilidad y a la vida como un viaje por la tierra, como también puede apreciarse en los llamados Caballos o Caballeros de las cartas de la Corte. En numerosas mitologías y cuentos mágicos son frecuentes los caballos que hablan. Los caballeros son aquellos que manejan con habilidad el rumbo y la direccionalidad de la bestia.
Calavera. Se le atribuyen las generales del esqueleto humano (ver esqueleto), salvo que por su posición cenital se le asocian las características más altas, a saber: inteligencia y sabiduría. La forma semiesférica de la calavera se asocia al domo o cúpula en el simbolismo constructivo, siendo ambas imágenes de lo más alto, de la sumidad, y de conexión con otras posibilidades suprahumanas. Es interesante destacar que el maestro Jesús muere en el Monte (símbolo de elevación) llamado Gólgota, palabra cuya traducción es cráneo.
Cangrejo. Antiguo signo zodiacal de Cáncer, con el que se asocia por intermedio de las aguas y la luna que las rige. El cangrejo habita allí tal cual se puede observar en la lámina XVIII. Otra de sus características es caminar de lado y esconderse con gran rapidez.
Capa. Muchos de los personajes de las cartas de la corte y de los arcanos mayores aparecen con una capa. Esta protección contra el frío es también sinónimo de ocultamiento, tal cual la toga de los jueces y maestros en Derecho que expresa la solemnidad de la Justicia. Hasta nuestros días, canónigos, monseñores, letrados, simples paisanos de Castilla, y la mayoría de los indios que se cubren con ponchos conservan su calor interno amparados en un manto legal que nadie se permitiría prohibir.
Carro. El carro del Sol es el arquetipo de los carros guerreros y tanto asirios y caldeos como griegos y romanos emulaban las andanzas del dios solar con sus carros de guerra, en sus viajes de caza o exploración hacia lo desconocido. Los bajorrelieves asirios expresan una y otra vez la idea de carro o rueda (ver), mediante la cual se podían llevar al límite las posibilidades anidadas en el alma de los hombres. Conquistar territorios o ser uno solo con lo nuevo conocido es depender del carro, como vehículo, para estas conquistas.
Cetro. A esta figura corresponden las generales del bastón o bastos (ver), siendo estos últimos más primitivos y los que originaron el pulido y enjoyado cetro, imagen de poder de emperadores y soberanos.
Colgado. Estar colgado, en lengua popular, equivale a estar "vendido" o "entregado", o sea falto de cualquier protección; es haberse quedado sin nada de lo que ni siquiera jamás se ha poseído. La espectacularidad de la lámina XII que lo figura consiste en la idea de inversión (ver). Tanto el personaje central como los dos árboles truncados y equidistantes que lo acompañan enverdecen en la tierra mientras sus extrañas raíces parecerían estar en lo celeste.
Collar. El collar, como el rosario, es símbolo del encadenamiento de los mundos o los indescriptibles estados del ser universal, fuera del cual todo queda excluido por imposible. Las distintas cuentas y piedras preciosas del collar se encuentran unidas y traspasadas en su interior por un hilo sutil (sûtrâtmâ, ver tonsura), que liga a todos los seres y estados en una esencia común. Vemos collares en las cartas III, IIII y VIII. Le corresponde también el símbolo general del círculo, la esfera y la rueda (ver).
Columnas. Son notables las dos columnas que se observan en las cartas II y V. Representan a los dos pilares, activo y pasivo, del Arbol Sefirotico: los del amor y el rigor, de la construcción y de la destrucción, visibles en el simbolismo masónico en las columnas J y B, que provienen a su vez de las columnas del Templo de Salomón. El personaje central de estas cartas, La Sacerdotisa y El Papa, viene a representar la tercera columna, neutral, del equilibrio. Estar entre columnas es tener un lugar significativo en el cosmos. En la carta VII, las columnas son cuatro y sostienen la construcción cósmica. La armazón de la carroza es cuadrangular, mientras el dosel que sirve de techo mantiene una forma abovedada, representando ambos, respectivamente, la tierra y el cielo; esta misma simbólica puede observarse en lechos medioevales y renacentistas. También cualquier puerta que señale el pasaje de un espacio a otro está hecha a partir de un par de columnas que sostienen la construcción.
Construcción. La estructura matemática hermética del Tarot, es en sí una construcción completa; igual sucede con las personas que lo interiorizan, que van haciendo de sí mismas una nueva morada. Este oráculo, proveniente de la tradición hermético-alquímica, está íntimamente ligado no sólo a órdenes caballerescas y guerreras sino también a órdenes de constructores y artistas que heredan su simbolismo iniciático de la construcción del templo de Salomón, que a su vez reconoce orígenes mucho más antiguos. En las cartas XVI, XVIII y XVIIII se ven símbolos constructivos. También en el As de Copas, que parece figurar un castillo o un sagrario.
Copa, cáliz, recipiente, jarro. Obviamente estos elementos son receptivos, tanto para los líquidos, los cuales, por otra parte, se moldean a su forma, como también para los efluvios divinos o aguas superiores, llamadas celestiales, equiparadas al elemento aire, e igualmente los vientos y tempestades que el palo de espadas manifiesta.
Corazón. Aunque no es visible el corazón en las láminas del Tarot, éste está representado por las copas y es señalado en la carta VI, El Enamorado. Siendo este órgano primordial el habitáculo de lo divino, lugar central en que se aloja la esencia única del ser. En la lámina IIII, El Emperador, el corazón se señala con la piedra verde de su collar; y en la V, El Papa, los dos dedos que bendicen lo tocan. El "palo" de copas, en la baraja francesa, se sustituye por el "palo" de corazones, siendo símbolos análogos pues ambos son el receptáculo de los efluvios celestes. En el Popol Vuh, la deidad más alta es llamada "Corazón del Cielo", y tiene como su réplica exacta en el polo de la manifestación a otra entidad denominada "Corazón de la Tierra", directamente emparentada con el Dios Mundo que aún veneran los indios quiché.
Corona. En la simbólica cabalística, Corona es la traducción del hebreo del nombre de la sefirah número 1, Kether, aquello que se encuentra más allá de la cabeza o cúspide. Es por lo tanto atributo de la divinidad, de la realeza, y expresa a la función guerrera tal cual la tiara (ver) a la sacerdotal.
Cruz. La cruz representa la interacción de lo vertical con lo horizontal, como dos planos opuestos cualitativamente distintos. Es también un símbolo nítido del cuaternario, y por lo tanto se manifiesta de forma espacial en base al recorrido solar, marcando la presencia de las estaciones anuales y edades en la vida de un hombre, para nombrar algunas de sus manifestaciones. Es precisamente en su aspecto temporal donde se la suele circunscribir con un círculo, que toca en cuatro puntos equidistantes y análogos, en el caso de que esa cruz fuese de brazos iguales. Signo precristiano, es tal vez, junto con el del círculo y el del triángulo, de aquéllos que podríamos llamar verdaderamente arcaicos, generativos y connaturales al hombre, gracias al cual éste ha podido ser verdaderamente un emisario entre tierra y cielo. Todas las cruces que se encuentran en las láminas del Tarot son cruces de brazos iguales, como así las que realizan El Colgado, El Emperador y El Mundo con sus piernas. El Papa sostiene con su mano izquierda una cruz jerarquizada en tres planos, análoga a la milagrosa Cruz de Caravaca, donde algunos ven el esquema del Arbol de la Vida cabalístico.
Cuarenta. El número cuarenta es proverbial en la tradición judeocristiana, también como sinónimo de prueba: cuarenta días castiga Dios con el diluvio; Jesús recibe las tentaciones durante un ayuno de cuarenta días; los cristianos celebran la cuaresma, que son los cuarenta días que preceden a la Resurrección, y la ascensión de Cristo se produce cuarenta días después de esta última. Recordar que son cuarenta los arcanos menores del Tarot, organizados en diez dígitos y cuatro palos o colores los que corresponden en el Arbol sefirotico tridimensional, a los planos de las distintas numeraciones en los diferentes mundos.
Cuernos. Símbolo de defensa y de rechazo de energías maléficas, suelen relacionarse con la corona (ver), por estar ambos sobre la cabeza y por la raíz KRN que da lugar a ambas palabras. Aparece en el atuendo de varios chamanes. Inversamente, en El Diablo (lámina XV) sería una forma de irradiación de las energías caóticas que lo caracterizan.
Desnudez. La desnudez puede equipararse con el despojo de los bienes materiales, la pureza, la ingenuidad y el candor. Todo esto está asociado, además, con la ausencia de posesiones mentales y la ligereza o levedad con la que este estado está emparentado. El cuerpo de la mujer desnuda es para el extremo oriente y otras tradiciones una imagen del cosmos, la madre universal, la esposa o amante sagrada. Estar desnudo es no tener nada que ocultar y, por lo tanto, la esperanza de recibirlo todo, incluso la ropa. Imagen del estado primigenio o verdaderamente natural, es también un símbolo de libertad. Aparecen personajes desnudos en las láminas XV, XVII, XX y XXI y también en El Loco que lleva la nalga descubierta.
Diablo. (Ver esclavitud). El diablo representa las energías ctónicas y a toda la manifestación cambiante, múltiple y material. Es un ángel caído que puede ser reconocido en cada quién, pero también es maestro y psicopompos que al mostrarnos las profundidades de sus reinos subterráneos nos permite la posibilidad de hallar la piedra oculta en el interior de la tierra y de redimirnos de esa caída accediendo al conocimiento de aquello imperceptible que une al bien con el mal. Llegando el Sol a lo más bajo no le queda más que ascender.
Discípulo. Los personajes que dan sus espaldas en la carta V, El Papa, y que se encuentran con los brazos abiertos en actitud receptiva, son los discípulos que reciben la enseñanza tradicional del hierofante o maestro del Arte del Tarot, representante del Señor del Tarot, que a través de imágenes y colores provoca la aparición del maestro interno. Este nos irá ofreciendo las llaves que abrirán las puertas de los arcanos. Recibir sin pretender ser lo que no se es, es propio de un discípulo de buena condición, o sea de aquél que verdaderamente va a recibir, el que a su vez podrá ejercer su arte o profesión, en este caso, el Arte del Tarot.
Emperatriz, reina. La reina, por sobre todas las cosas, es la esposa del rey, su paredro, y como tal recibe las energías celestes que lo hacen a su esposo soberano, de manera refleja y por lo tanto compartida. La reina es tal en cuanto es en sí misma; su reinado es interior, secreto, pero verificable. La verdadera reina no necesita poder porque lo tiene; y sujeta a las presiones del medio (a las habladurías de la corte) sabe mantener una distancia ecuánime que no es sino el reflejo de sus pensamientos. La dama es también la reina del caballero, el ideal de lo femenino por excelencia. Emperatrices y reinas son identificadas con el más alto poder temporal, lo real y la nobleza.
Esclavitud. Los hombres, condicionados por las innumerables circunstancias que impone el medio, sirven como esclavos de un nivel de la realidad que no sobrepasa la ilusión, las sombras y el sueño. Atados a los sentidos conceden realidad a ese mundo imaginario. A liberarnos de esa esclavitud nos llama la iniciación en los misterios, y a penetrar otros mundos que estando siempre aquí y ahora se nos escapan por estar distraídos en la cotidianidad de un tiempo sucesivo y horizontal que nos esclaviza, limitándonos. La pareja que aparece en la carta XV, El Diablo, simboliza esa esclavitud. Liberarnos de ella es trascender.
Escudo. Obviamente el escudo es un arma defensiva y, como tal, protectora. Su función es conservar la vida y defenderla de los peligros que la pueden amenazar. El guerrero carga su lanza (activa) y lleva también su escudo (pasivo) cuando tiene que luchar contra sus enemigos. Generalmente los escudos suelen llevar inscripciones de tipo mágico o elementos sagrados que brinden su apoyo en el arte de la guerra; en otras ocasiones se inscriben en ellos mandalas, como son los signos heráldicos de una nación, pueblo, cantón, familia o individuo, con los que el combatiente se identifica. Esto ha llevado a que los escudos llamados "de armas" se relacionen con las genealogías, la mayor parte de las veces míticas, de aquéllos que vivían las guerras como una realización de sus posibilidades y como el oficio más adecuado para su temperamento.
Espada. Símbolo del eje (activo) en contraposición a las copas (pasivo); asimilado a la lanza y a la pica. Se destacan los dos filos de la espada, como en el caso del hacha druídica de doble filo; emblema del poder guerrero; su fabricación supone el conocimiento del hierro y por lo tanto de las ciencias metálicas y metalúrgicas. Como el basto y el cetro, significa poder. En la carta VIII se relaciona con el rigor de lo justo.
Esqueleto. El esqueleto, o el cadáver despojado de su carnalidad, es asimilado obviamente a la muerte y a la siega que ésta practica de continuo. Los huesos constituyen la estructura del ser humano manifestado y asimismo su parte más sustancial y material.
Estrella. En el arcano número XVII denominado La Estrella o Las Estrellas, precisamente, aparecen 7 formas estrelladas en el cielo, rodeando a una mayor y de doble radiatura, de 16 puntos, que con su centro suman 17 posibilidades, lo cual se corresponde con el número de la carta. El hombre siempre ha mirado a la bóveda celeste como punto de referencia y como una guía para sus propias inquietudes y necesidades. Astros, estrellas fijas y constelaciones describen en el firmamento una historia y una geografía sintética, andanzas de dioses y héroes e innumerables formas animales y humanas, de las que son hijas sus correspondientes en la tierra. Las estrellas fijas por sus propias características, así como la precesión de los equinoccios, han sido tomadas como los módulos más estables en la creación universal; no así las rápidas y cambiantes expresiones de los planetas muy asimiladas a la vida de la tierra y al hombre.
Flecha. La flecha es un arma vinculada con el elemento aire, y como tal suele llevar plumas de ave que controlan su direccionalidad. En este sentido, el tocado por una flecha es análogo al que lo ha sido por un rayo. Impulsada por el arco de los dioses o los espíritus, señala al elegido, muchas veces también la víctima, de los mensajes que ella porta. Carta VI.
Flores. Las flores preceden al fruto y lo anuncian de manera perfumada y sutil; ellas estimulan uno de los sentidos más delicados en el hombre, el olfato, que es el instrumento instantáneo de la memoria. El color indefinido de las flores, siempre cambiantes, trae a la existencia, la variedad incesante de las luces que adornan la vida. Ellas expresan la gloria de su Creador y jamás Salomón, en su infinita grandeza, pudo vestirse más bellamente que un lirio del campo. Aparecen en forma natural en los arcanos menores y aunque pensamos que no son meros objetos decorativos, sin embargo les atribuimos una importancia secundaria. Flores, en forma de alhajas o diademas, se encuentran en la iconografía de las láminas II, V y XIIII.
Garra. Las garras son las armas de las fieras, y como tales han sido tomadas de manera talismánica entre todos los pueblos del mundo. Las garras del enemigo, las garras de la muerte han sido consideradas siempre como solidificaciones de acontecimientos extremos donde el desgarramiento de los miembros precede a la reconstitución de los mismos en otro plano, o esfera de la realidad. En la etimología de "agarrar" la garra está presente (láminas X y XV).
Guadaña. Lo que se siembra debe recogerse, y así sucede con los vientos y las tempestades. La siega tiene lugar en momentos precisos y periódicos; esta forma de obtener el grano o alimento vital es tan imprescindible para el hombre como para los dioses que lo crearon. Segar es destruir la planta para recoger el alimento que sustenta. En su sentido iniciático es destrozar todas nuestras partes dispersas para volver a vivirlas en la unidad original. Labor por excelencia, la siega es la cosecha actual y la por-venir, de acuerdo a los ritmos y ciclos de nuestra gran madre nutricia, la tierra. En la carta XIII se contempla a un esqueleto segador que ha destrozado diversas partes de organismos de por sí divididos. La tierra negra de la indiferenciación acabará por generarlos nuevamente.
Guante. El Papa, arcano V, tiene en su mano izquierda un guante con una cruz bordada sosteniendo a su vez otra (ver cruz); con la mano derecha bendice mientras la izquierda guarda celosamente los secretos de la tradición representando los sentidos esotérico y exotérico en que ella se expresa.
Hierofante, papa, psicopompos. El auténtico hierofante es en primer lugar un celoso guerrero, guardián de lo sagrado, encargado de atraer los efluvios celestes, invocar los dioses y practicar los ritos que posibilitan que la Tradición permanezca viva gracias a la generosa transmisión regenerativa que realiza de los mensajes y revelaciones de que ha sido dotado. Sea en la forma de brujo, chamán, sacerdote, curandero o psicopompos, abre las puertas de los juegos de relaciones más sencillos solucionando los crucigramas existenciales; este personaje no es peligroso salvo cuando está enojado. Entonces es de temer.
Inversión. El Tarot nos enseña a realizar la conjunción de los opuestos mediante la inversión de los colores de sus láminas o de la dirección en que miran los distintos personajes y figuras. Esto es particularmente notable en las ropas de El Mago, arcano I, en los caballos de la lámina VII, El Carro, y en las jarras de la XIIII, La Templanza, donde los colores azul y rojo se invierten, mostrándonos la necesidad de combinar contrarios. También en el carácter hermafrodita de El Diablo, en el macho y la hembra de los mellizos de esta carta, y de la XVIIII (ver mellizos), en las posiciones invertidas en que miran La Sacerdotisa y El Papa, La Emperatriz y El Emperador (y las águilas de sus escudos) y en la dirección ascendente y descendente de las figuras móviles de La Rueda de La Fortuna (X) lo mismo que en las charreteras de la figura del personaje de El Carro. El Tarot nos enseña a ver el doble aspecto de todas las cosas, y a unificarlo, en el significado dual, al derecho y al revés, con que se leen las cartas. El arcano XII, El Colgado, es otro símbolo neto de inversión.
Juglar. El juglar es aquél que entre chanzas, bromas y alegrías reproduce de manera amable las acechanzas, gestos y paradojas de su Creador. Nuestro personaje canta mediante artilugios la realidad de lo creado de la cual él sólo se vive como un actor en la indefinitud de los gestos y las memorias que habitan el teatro del mundo. El juglar es un títere entre títeres que repite, recreándola, a la creación original de la cual es un instrumento. Siempre penando, o en fiesta, aquel juglar que todos poseemos nos alegra a veces con una esperanza que ya fue, o con un pasado totalmente futuro. Estos personajes, como los de la lámina sin número, llamada El Loco, y la I, El Mago, recorrieron (y recorren), según el Tarot, los caminos de Europa y el mundo.
León. El león es un animal relacionado con el fuego y la realeza. Su color dorado hace que la astrología lo vincule al sol y la alquimia al oro. Aparece en la lámina XI como bestia feroz a ser domesticada, y en la XXI representando al signo zodiacal de Leo.
Libro. El mundo, para muchas tradiciones, está equiparado a un libro donde la pluma divina escribe, o pinta, constantemente la totalidad de lo manifestado. Este libro de la vida es el texto sagrado y sapiencial por excelencia, imagen paradigmática de cualquier escritura y de todo libro, revelado o no. El Creador ordena a los escribanos celestes el ejecutar cada parte de la obra que él dirige en relación a los ritmos, secuencias y conjuntos armónicos que en sí mismo organiza. Su lenguaje es necesariamente poético en cuanto rítmico, y profético por su desarrollo. En el Libro de la Vida están escritos todos los nombres y por lo tanto aquéllos que pueblan el universo, por más pequeños o insignificantes que nos parezcan. La Sacerdotisa, lámina II, lee constantemente el libro del presente, compuesto de pasados y futuros.
Linterna, farol. Muchos de los que parecen saberlo no lo saben y sólo han conseguido un farol, imagen muy débil del sol, que los alumbra en su camino. Si el farol no es el sol y tampoco siquiera la luna, el andante encontrará poca iluminación en sus pasos; sin embargo, aquella débil luz equiparable a la conciencia y a la sabiduría continuará brillando como si fuese un faro o una simple curiosidad del camino. La luz artificial es un símil de la natural y por lo tanto le afectan las correspondencias directas e inversas que caracterizan la iluminación natural. Todo el mundo es ermitaño, mucho más en las grandes ciudades. Muchos recurren a lugares apartados, en buenos sitios ecológicos, pero desgraciadamente llevan la programación contemporánea a cuestas; no hay nada mejor que el aislamiento, sobre todo si se está bien acompañado. El ermitaño cumple una importantísima función social.
Luna. Símbolo del principio femenino y pasivo, la Luna, astro de la noche, es el paredro del sol, vista a veces como su hermana (o hermano) y esposa, opuesta y complementaria. La tradición siempre la asimiló a las aguas, a las que rige, y vio dos niveles en ellas que manifiestan dos estados del ser: un mundo supra-lunar, las aguas superiores visibles en Binah, y otro sub-lunar (Yesod y Malkhuth) el ilusorio mundo de la multiplicidad y los cambios. La luna siempre ha sido asimilada al plano psíquico y su energía y poder de atracción no sólo es visible en el mundo externo sino también mediante los fluidos más sutiles, ocultos e interiores, que alimentan las fantasías de la mente. También ha sido tomada como la gran reguladora y los calendarios se han regido siempre por ella como manifestación evidente de la ciencia de los ciclos y los ritmos. En la cábala hebrea, la luna oscura, perversa o negra, es llamada Lilith, equiparada con todo rigor a las entidades femeninas que los griegos llamaban Lamias.
Mellizos. Símbolo tradicional de la unión, de lo que siendo lo uno y lo otro ha nacido sin embargo de un mismo huevo, los mellizos habitan todos los panteones: Cástor y Pólux, Rómulo y Remo, Krishna y Arjuna, Quetzalcóatl y Xólotl, Hunah-Pú e Ixbalanché, etc. Muchos de ellos, sin embargo, se hallan divididos y hasta son opuestos o enemigos, como con toda claridad lo significa el conocido yin-yang extremo oriental. El fenómeno de los gemelos siempre ha causado asombro y ha sido muchas veces tabú en diferentes culturas. Entre los indios Pueblo, simbolizan el planeta Venus en sus dos aspectos, de estrella matutina y vespertina. En la carta XVIIII la pareja de infantes idénticos expresa la unión del binario resuelta por la unidad del amor. En la lámina XV se pueden observar igualmente un par de diablillos encadenados y semidesnudos, expresión clara de la ambivalencia que suele regir nuestros pensamientos y acciones.
Mesa. Este objeto se observa especialmente en la carta I, El Mago, donde se la destaca como un plano, tal cual podría ser el plano creacional. La mesa significa un mundo de objetos que la pueblan y las diferentes relaciones que ellos poseen y tejen entre sí. La superficie de la mesa es la totalidad del plano y sus límites encuadran este objeto de forma definitiva; todo está en el plano y prueba de ello son los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra) simbolizados respectivamente por la varita de El Mago, una navaja, miniatura de la espada, un vaso vacío y una moneda de oro. También se observa un cubilete y un juego de dados que expresan las posibilidades indefinidas de lo potencial y las distintas posibilidades numéricas que se producen en la mesa, plano ejemplar como intermediario entre los mundos terrestres y celestes. Podría pensarse que el hecho notorio de que la mesa muestre sólo tres patas representa a los tres principios (azufre, mercurio, sal) con que se combinan los cuatro elementos, produciendo el artificio de la manifestación.
Mundo. El mundo o kosmos era para los griegos la posibilidad de todo lo creado llevado hasta sus propios límites. No había pues otros mundos sino que todos los mundos estaban en éste. El cosmos es un orden emanado del caos al que necesariamente tiene que volver. Muchas tradiciones identifican al mundo con su creador y piensan que éste está vivo expresándose a través de los espíritus, seres, formas, animales y colores que cohabitan en el universo. Sin embargo debemos aclarar que este dios, absolutamente cotidiano para las tradiciones sagradas, no es el auténtico Dios, cuyo nombre es innombrable, su forma inexistente y su ser incognoscible. En la lámina XXI el Mundo es regenerado luego de ser absorbido en su propia belleza.
Nube. Muchas culturas han visto descender de las nubes profetas o profecías asociadas a su propio destino; las nubes, como fenómenos atmosféricos, están relacionadas al plano intermedio y por lo tanto al alma del hombre en sus aspectos psíquicos superiores e inferiores. Estos fenómenos atmosféricos son asimilados por el hombre a los mundos, países o construcciones análogos a la ciudad celeste, o realidad eterna, que las deidades proyectan a su antojo. Ligadas con el plano de lo imaginal y la fantasía, las nubes describen estados cambiantes del alma universal, reflejados en la psique individual.
Ombligo, omphalos. El omphalos ha sido tomado siempre como el centro del mundo y análogamente como la fuente vital del microcosmos. Los distintos centros del mundo, conocidos por diferentes hombres y pueblos del universo, constituyen el Centro arquetípico del Mundo, o el principio y el fin de toda posibilidad. Ese punto geográfico central, horizontal, es también un eje vertical que es recorrido constantemente por efluvios uránicos y ctónicos, celestiales e inframundanos.
Oros. El oro significa la perfección material y por lo tanto se relaciona con el plano de la concreción de la materia en la rueda constante de los elementos. Es también considerado extremadamente valioso por sus propias características de brillo y siempre ha sido interpretado como una imagen del sol (ver sol) en la tierra. Asimismo es un elemento de cambio y como tal ha sido usado como patrón moneda en prácticas de interrelación o comerciales.
Paje, valet, sota. Personaje juvenil que atiende a reyes, reinas y caballeros y cuyo ingreso a una orden militar corresponde al del aprendiz alquímico. Su función múltiple, gentil y dúctil, permite la interrelación tanto entre seres sujetos a un mismo plano horizontal de la realidad, como la del comercio con energías verticales casi siempre enigmáticas para nuestro púber personaje. El paje nos enseña de servicio, humildad y obediencia, y no necesariamente es bueno, sino las más de las veces ignorante, lo cual suple con sus efervescencias y chanzas juveniles.
Peregrinaje. Peregrinar es buscar nuestro propio fantasma, nuestra sombra, o sea, al otro, oculto en los repliegues más profundos de nuestro ser. Peregrinar es volver al sí mismo, entender que toda la historia es siempre anecdótica, que el mundo es un conjunto especular de fenómenos, seres y cosas, que se refieren a uno mismo. La peregrinación es una imagen en pequeño del viaje que todos realizamos en la vida; peregrinar es ser en la medida en que fuimos de acuerdo al camino que vamos trazando respecto a un centro fijo. Ir y volver son dos aspectos de una misma y única mecánica.
Perro, lobo. Es discutible si en la lámina XVIII, La Luna, aparecen una pareja de lobos o de perros, o si uno de ellos es tal y el otro cual. Lo cierto es que ambos animales aúllan en dirección al astro nocturno, llamando sus efluvios que se derraman en forma de gotas. El perro es ejemplo de domesticación y fidelidad, mientras que el lobo permanece salvaje y muchas veces solitario.
Piedra. La piedra es un símbolo fundamental de la tradición unánime. Desde las piedras brutas, que son abundantes y comunes, pasando por las semipreciosas y preciosas que adornan los collares y las coronas, hasta el diamante, símbolo de lo indestructible, las piedras han poseído siempre un profundo significado. Ni qué decir en el simbolismo constructivo, visible sólo en las láminas XVI, XVIII y XVIIII y en el As de Copas, que parece figurar un castillo, un sagrario o un corazón. Se dice que los efluvios celestes que caen a la tierra en el arcano XVI son piedras caídas del cielo, como las que sirvieron de altar o ara en varias tradiciones. Mencionaremos finalmente la idea de la piedra filosofal, y aquélla que dice que los hombres somos piedras vivas siempre presentes en el arte alquímico.
Rayo. El rayo es el mensajero celeste que conecta cielo y tierra y anuncia la fertilidad promovida por las lluvias. Uno de los ejemplos más destacados de la ambivalencia de los símbolos es el del rayo, puesto que por un lado destruye –como su asociado el huracán– regenerando siempre la virginidad de lo pasivo. Lo mismo se dice de los volcanes. Recordemos que el rayo es el arma de Zeus-Júpiter, conocido benefactor y padre de dioses y diosas. Lámina XVI.
Rey, emperador. Símbolo por excelencia del poder temporal relacionado con lo material en contraposición al poder espiritual del sacerdote, es también manifestación de lo real y verdadero, de los aspectos nobles del ser que a su vez se contraponen a lo ordinario. El hombre viejo está impregnado de la vulgaridad del medio. El nuevo hombre, nacido de arriba, es real. En el reino de los cielos todos son reyes y sacerdotes de condición intemporal. Emperadores y reyes han ejercido en muchas ocasiones ambos poderes, lo que en la simbólica cristiana se ejemplifica con el Maestro Jesús y el Cristo Rey.
Rueda. La rueda es uno de los símbolos primordiales de todas las tradiciones. Imagen del movimiento y la inmovilidad, su aplicación no es solamente temporal sino que circunscribe espacialmente la idea de cosmos. El misterio de la rueda incluye un punto inmóvil y una multiplicidad de puntos sucesivos, sin solución de continuidad, imagen del movimiento. La rueda es un círculo y en la tridimensionalidad una esfera, o sea, una forma perfecta y arquetípica a la cual responden todas las formas manifestadas. Como imagen de lo móvil, es decir, de un tiempo recorrido en un espacio, se refiere al drama existencial de nuestro pasaje por la tierra. Puede tomarse también como sinónimo de cambio. Es notoria en El Carro, lámina VII, y en la X, La Rueda de La Fortuna. Como casi todas las monedas, los oros de la baraja son ruedas.
Sacerdotisa. La diosa blanca, y la negra, representan dos aspectos polarizados de una misma entidad. Isis con velo o Isis develada son la misma sabia entidad sacerdotal que ampara a todas las mujeres y que ellas reproducen en sus hijos. La tierra oculta, es decir la diosa negra, o la de color blanco, manifestada, son aspectos de una sabiduría tradicional que toma a lo femenino como depositario del misterio, o de los secretos del arte generativo. La sacerdotisa esconde todas sus manifestaciones exteriores para de ese modo callar el secreto de la fecundación universal. El arcano número II es un agente secreto del Sí Mismo.
Sol. Astro rey, luminaria de la vida, que se produce mediante las dos energías que emana: luz y calor. Sin el sol, la vida orgánica no sería, y esto lo han sabido de manera unánime todos los pueblos que han sido y son en el mundo. Símbolo del poder y de la realeza, en alquimia se le asocia al Oro, en hermetismo al fuego, y en todos los casos a la fuente existencial. El Sol ha sido siempre una realidad evidente que jamás podrá perder actualidad pese a la estupidez de los contemporáneos. Si no existiera el sol, habría que inventarlo, lo cual sucede en muchos mitos tradicionales de distintos pueblos. Siendo la imagen visible de lo trascendente, la tradición hermética lo toma como centro de su cosmogonía, indicando una y otra vez la necesidad de trasponerlo.
Sombrero. Es signo de energías superiores, aquellas que se ubican simbólicamente sobre la cabeza, y en este sentido se relaciona con la corona y los cuernos (ver). Como sirve para resguardar del sol, el aire y el agua, es símbolo de protección. En las láminas I y XI, El Mago y La Fuerza, observamos un sombrero similar, con la forma de un 8 apaisado, símbolo del movimiento continuo. Este sombrero aparece también en varias figuras de la Corte.
Tiara. De manera análoga a la corona (ver), la tiara manifiesta poder, fuerza y autoridad. Existe sin embargo una diferencia: mientras la tiara es la expresión de la autoridad espiritual y energía mágica (en el caso de Merlín, por ejemplo) la corona expresa el poder temporal y las actitudes militares que se le corresponden. Las tiaras en el Tarot, que respectivamente se ven en las láminas II y V, están jerarquizadas en tres niveles, equivalentes a distintos planos de conocimiento en correlación estrecha con la estructura del Athanor (ver) alquímico, el diagrama del Arbol de la Vida y la distinción entre lo corpóreo, lo psíquico (inferior y superior) y lo espiritual.
Tonsura. Visible en los alumnos que reciben la enseñanza de El Papa (carta V) o hierofante, la tonsura es símbolo de las energías superiores que conectan al hombre, por la sumidad, con los mundos de arriba. Se relaciona con la "coronilla" o remolino del cabello y también, en el kundalinî yoga, con el chakra más alto, sahasrâra, que asimismo es llamado "coronario" (ver corona). Ese punto une al hombre con lo invisible y lo conecta con el cielo, o sea con otros estados del ser universal.
Toro. Aparece exclusivamente en la lámina XXI como la signatura zodiacal de Taurus, aunque el simbolismo de este animal se encuentra muy difundido también bajo la forma sagrada de vaca, buey o bisonte. Corresponde al elemento tierra.
Torre. Resulta paradójico que la figura asignada con el número XVI sea llamada en algunos Tarots La Casa de Dios, e igualmente La Torre de Destrucción. Sin duda, la torre es vertical y por lo tanto se la puede asociar junto con la pirámide, el zigurat, la escalera y el obelisco, con la verticalidad del eje del mundo. También la torre es símbolo de soberbia, tal cual se lo suele admitir en la figura bíblica de la Torre de Babel. Es, pues, un símbolo ambivalente de poderío constructivo y a la vez de vanidad humana. También en la lámina XVIII, La Luna, se ven unas torres o castillos en lontananza, tal vez como indicando los castillos o moradas interiores de los que nos habló Santa Teresa de Jesús.
Tragedia-comedia. Dos manifestaciones opuestas –como la de la guerra y la de la paz– de una misma energía que se representa en la caja teatral del mundo como dos contrarios que, en un punto común, se complementan; la risa y el llanto, el placer y el dolor, lo cual es perfectamente perceptible mediante manifestaciones, hechos y fenómenos en cualquier ser individual. Esta dualidad es visible en las charreteras del personaje de la lámina VII, y del Rey de Espadas. En el Caballero de Espadas es visible una sola charretera, en actitud neutra, como uniendo contrarios.
Trompeta. El aire propala los sonidos entendidos como mensajes y músicas celestes. De entre todos los instrumentos musicales, son los de viento los que más se asocian a llamados o anuncios, tal vez por estar más directamente emparentados con la voz humana. El ángel del juicio final (arcano XX) hace sonar su trompeta; mediante su vibración todo lo muerto renace, resucita. Esta carta también debe relacionarse con el libro de Juan, llamado de la Revelación.
Trono. El trono es un lugar especial, propio y significativo, en el espacio uniforme, más o menos caótico y generalizado. En algunas tradiciones como la hindú, la alfombra caracteriza este espacio. En la tradición maya este lugar especial era significado por la estera, en donde se sentaban jefes, caciques y chamanes. El trono es el lugar donde se asienta tanto el poder espiritual como el real. Difícil imaginar la importancia de un simple sillón, alfombra o estera, si no estuviesen sacralizados y tuviesen un significado cosmogónico y espiritual. En la abadía de Westminster, en Inglaterra, puede observarse el trono donde los reyes aún son coronados: se trata, aparentemente, de una simple piedra, pero de características mágico-teúrgicas, es decir, santificada y cargada de poder, a la que se le ha añadido encima una simple silla de madera.
Tumba. La tumba es el lugar de la quietud y del reposo de los desequilibrios psíquicos y físicos; es también un símbolo de resurrección donde dejado el equipo psicosomático el ser puede reintegrarse nuevamente a sus orígenes. En la muerte iniciática la tumba es a veces reemplazada por la caverna, el subterráneo, la cripta, o un lugar retirado en la floresta o la selva. Todo el mundo llega solitario a su tumba, tal cual ha venido a la existencia. Quienes creen en una resurrección definitiva, consideran que en el tiempo mítico del juicio final habrá seres que serán redimidos conjuntamente con la posibilidad de un nuevo mundo. La tumba nos lleva a la idea de fin de ciclo, presente también en las láminas XIII, XVI y XXI.
Varita. Esta versión civilizada del basto primitivo es un instrumento mágico por excelencia, y como él manifiesta al elemento radiante o fuego, también equiparado con la pasión o amor (recuérdese que Eros es ciego), necesario para cualquier producción.
Vegetación. La vegetación manifiesta claramente las potencialidades de la energía cósmica, que fructifica en nuestro medio (el del hombre) posibilitando así la vida sobre la tierra y todo lo que significa nuestro planeta y sus habitantes con respecto al orden universal. De las plantas reciben su alimento los animales y el género humano, y su permanente verdor sustenta las posibilidades de la generación y los ciclos en que ésta se manifiesta.
Vejez. Las sociedades tradicionales, o arcaicas, han reconocido en la longevidad y en la experiencia que trae aparejada, una virtud sapiencial que comienza con el hecho de haber podido conservar la vida durante tanto tiempo en medio de guerras, desastres y enfermedades, sin contar los disgustos y las injusticias. Existe pues, para los antiguos, una suerte de sabiduría biológica que, acaso, consiste en vivir la cinta del tiempo en el siempre presente. Esta actualización es una prerrogativa de la sabiduría que hace que las cosas sean para nosotros lo que son, en lugar de querer lo que desearíamos que fuesen. Es por lo tanto en la economía armónica del ser donde estas realidades tienen cabida.
Velo. Elemento de ocultamiento y de revelación, el velo establece una distinción entre el exterior y lo interior. Igualmente por su intermedio se comunican estas energías siendo neutralizadas por su división tajante. El velo es el resguardo del secreto y también el tamiz por el que atraviesan las experiencias que nos transmiten los sentidos. Lo oculto se halla escondido tras un velo y conocerlo es análogo a develarlo. Se ve en las láminas II y XXI. En la primera, la Sabiduría es secreta, o cifrada, como en un libro hermético; en la segunda el propio Mundo está cubierto de un tenue velo para todos aquellos que no quieren o pueden admirar su belleza, plenitud y magnificencia.
A continuación ofrecemos un cuadro con las veintidós letras del alfabeto hebreo, sus nombres y valores numéricos. Cada letra de este alfabeto sagrado se corresponde con un número, como fue también el caso entre los griegos antes de la anotación arábiga. Los números eran designados en esas épocas con las letras alfabéticas correspondientes.
Algunos tarotistas han identificado las letras del alfabeto hebreo con cada una de las 22 láminas de los arcanos mayores del Tarot, lo que no deja de ser significativo, como lo ejemplifican, entre otras, la letra Mem, correspondiente a la lámina 13, La Muerte, y la Nun, relacionada con la número 14, La Templanza, símbolos de muerte y resurrección, respectivamente.
Arcano
Letra
Valor
I
El Mago
Alef
1
II
La Sacerdotisa
Beth
2
III
La Emperatriz
Guimel
3
IV
El Emperador
Daleth
4
V
El Papa
He
5
VI
El Enamorado
Vau
6
VII
El Carro
Zayin
7
VIII
La Justicia
Heth
8
IX
El Ermitaño
Teth
9
X
La Rueda de la Fortuna
Iod
10
XI
La Fuerza
Kaf
20
XII
El Colgado
Lamed
30
XIII
La Muerte
Mem
40
XIV
La Templanza
Nun
50
XV
El Diablo
Samekh
60
XVI
La Torre de Destrucción
Ayin
70
XVII
La Estrella
Fe
80
XVIII
La Luna
Tsade
90
XIX
El Sol
Qof
100
XX
El Juicio
Resh
200
XXI
El Mundo
Shin
300
0
El Loco
Taw
400
Algunos tarotistas invierten las letras correspondientes a los dos últimos arcanos, El Mundo y El Loco.
Los siete metalesSiete son los materiales con los que trabaja el alquimista y que corresponden exactamente, por analogía, con las siete energías que los astros representan en el cielo. Estos "metales" que el mundo y el hombre conllevan en su interior, se combinan constantemente entre sí, y bien pueden asimilarse en el hombre a energías de tipo psíquico, como es en el caso de los planetas. El símbolo es correspondencia rítmica entre dos energías que emiten en la misma frecuencia de onda y por lo tanto se corresponden entre sí. El símbolo es por eso lo que fundamenta las leyes de la analogía y la correspondencia. Y él liga una cosa, ser, o espacio conocido, con otro desconocido al que él se está refiriendo. El símbolo gráfico que representa esta realidad es el conocido sello salomónico, donde un triángulo equilátero con el vértice hacia arriba se espeja en otro exactamente igual pero con el vértice hacia abajo, es decir de modo invertido.
El caldero alquímico, el horno donde se cuecen las combustiones, es llamado en Alquimia Athanor. Es asimismo una reproducción en miniatura del macrocosmos e igualmente del microcosmos, o sea del universo y el hombre. Este Athanor está construido a niveles superpuestos. En el primero se encuentra el fuego indispensable para la Obra. El segundo y el tercero, donde se cuecen propiamente las sustancias, son verdaderamente transformadores, y a veces se los suele considerar como un solo cuerpo. En el cuarto nivel las formas y la materia se han volatizado y existen de una manera distinta y trascendente. Los gases, que ocupan la parte superior del Athanor, están vinculados con lo sutil, mientras que la sustancia de la Gran Obra se relaciona con lo denso. Este proceso de perpetuo refinamiento y reciclaje de energías es la clave de la Alquimia, la cual acostumbra trabajar con el favor del Tiempo. La transformación de la materia en un modo de realidad diferente, es el propósito del sabio alquimista.
La Tradición HerméticaLa Tradición Primordial y Unánime, toma en Occidente la forma de la tradición hermético-alquímica, la que se expresa históricamente a través de los mitos y símbolos cosmogónicos egipcios, judíos, griegos, romanos, cristianos y árabes, por medio de la ciencia esotérica que constituye la unidad de todos esos pueblos.
El Hermetismo debe su nombre a Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande, personaje mítico, intermediario y Mensajero de los Dioses, que con distintos nombres ha aparecido en diversos momentos históricos y lugares geográficos, siempre como educador de los hombres y transmisor de la Doctrina y la Enseñanza Tradicional. Entre los egipcios se lo llamó Thoth y fueron los griegos los que le dieron el nombre de Hermes. Los romanos lo asimilaron al planeta Mercurio; y las tradiciones judeo-cristiana y árabe lo relacionaron con diversos ángeles y profetas, como Rafael, Enoch, Elías e Idrish, y hasta con el Maestro Jesús, el que jugó también un papel de mensajero y educador. De hecho, en todas las demás tradiciones podemos encontrar mitos similares y personajes con idénticos atributos, que tomando distintos nombres han sido la manifestación de esa misma energía, espíritu o dios, al que nos estamos refiriendo.
El Hermetismo se ha expresado más como una ciencia que como una religión, y de hecho podríamos decir que se trata de una Ciencia de Ciencias, al ser el origen y el principio de todas las ciencias conocidas. Hay innumerables textos sagrados que se han considerado como integrantes de estas ciencias hermético-alquímicas, comenzando por aquéllos a los que se ha dado el nombre de Corpus Hermeticum. Ya tendremos oportunidad de irnos refiriendo a ellos (ver bibliografía), y sobre todo a sus Ideas, que fundamentalmente a través de la Cábala, la Alquimia, la Numerología y la Geometría, la Astrología-Astronomía y el Tarot (también denominado Libro de Thoth), han llegado hasta hoy con toda la fuerza que tantos sabios, a través de los siglos, les fueron otorgando.
Lo exotérico y lo esotéricoAl tratar de comprender los símbolos, se hace indispensable tener una idea clara de dos aspectos opuestos y complementarios que todo símbolo posee: lo exotérico y lo esotérico. Lo exotérico es lo externo, la forma visible que una energía determinada toma para manifestarse al mundo de los sentidos, y que varía según el tiempo, el espacio y el nivel de la realidad en que se expresa. Lo esotérico significa lo interno, lo oculto e inmanifestado, la parte secreta del símbolo que no es otra cosa que una energía, idea o fuerza, que todo signo sagrado contiene, y que en nuestros trabajos es lo que verdaderamente interesa aprehender, conocer y experimentar. Las ciencias ordinarias estudian al símbolo únicamente desde el punto de vista exterior, y por lo tanto sólo pueden percibir las diferencias aparentes entre las distintas tradiciones y las diversas ciencias, no pudiendo establecer verdaderas relaciones entre ellas, como las que nuestra Ciencia Esotérica podrá darnos, pues ella conoce la identidad profunda de las energías a las que se refiere, que trascienden su apariencia formal y nos conectan con esa realidad metafísica que sólo a través de lo esotérico podremos percibir.
Lo esotérico es por lo tanto unificador y esclarecedor y sólo lograremos comprenderlo cuando estemos dispuestos a traspasar y penetrar las simples apariencias de las cosas y los símbolos, permitiendo que éstos nos revelen esas energías ocultas que ellos poseen, y que son capaces de despertar las fuerzas invisibles que todos tenemos en nuestra propia interioridad. De este modo podemos penetrar a otros espacios de nuestro ser; otras aulas y ámbitos unidos extrañamente a la memoria, que serán los pasos previos al ingreso a nuestra Iglesia Secreta, simultánea; y por lo tanto completamente atemporal.
CábalaDaremos una última correspondencia. La que relaciona a las sefiroth del Arbol con las distintas partes del cuerpo humano. Ya que para la Cábala el cosmos es un hombre gigantesco llamado Adam Kadmon, y el ser humano una miniatura de él:
– Kether, Hokhmah y Binah constituyen su cabeza, estando estas dos últimas sefiroth vinculadas al ojo derecho y al izquierdo, respectivamente, aunque asimismo corresponden a cada uno de los hemisferios cerebrales.
– A Hesed se le asigna el brazo derecho, y el izquierdo a Gueburah, mientras que el corazón, o centro del Arbol, debe atribuirse a Tifereth.
– A Netsah la pierna y la cadera derecha, y a Hod las análogas del lado izquierdo, siendo Yesod la que se asimila a los genitales, quedando finalmente Malkhuth en relación con los pies.
Hemos de recordar sin embargo que de acuerdo a las leyes de la analogía y la naturaleza de los símbolos, lo que es derecho desde un punto de vista puede ser izquierdo desde otro. Por lo tanto, puede también verse al Arbol de manera invertida a como se indicó, correspondiendo en ese caso a la columna del amor lo izquierdo y a la del rigor lo derecho.
SIMBOLOS FUNDAMENTALES DEL TAROT
Diccionario
Agua. El agua es anterior al sol y a la tierra, que surgió de ella. Los antiguos llamaron aguas superiores a aquel mundo signado por los fenómenos atmosféricos –y al aire como su medio natural– que tiene al firmamento como cúpula; y aguas inferiores a los líquidos que conforman los mares, ríos, lagos y manantiales –y sus equivalentes psicológicos y gnósticos–, presentes en todo el planeta. Las aguas son símbolo de purificación como bien puede verse en las sociedades arcaicas que acudían a ellas en busca de una nueva vida (por ejemplo el bautismo cristiano). El agua, energía pasiva, fecunda constantemente la actividad de las potencias. En la lámina XIIII se entremezclan las aguas y, paradójicamente, en la XVII, los mismos líquidos, recogidos de un cauce, vuelven a integrarse a su corriente. Las aguas son un vehículo necesario para la reproducción de todas las especies; las de la lluvia han sido tomadas constantemente como un factor imprescindible para la generación universal, a tal punto que los dioses de la lluvia ocupan un lugar análogo o aún más importante que las deidades solares en ciertos panteones; la sequía es sinónimo de maldición (ver luna, nube, cangrejo). La copa (ver), el hombre copa, o piedra viva, nace de la actividad del cielo propagada por las lluvias sagradas.
Aguila. De entre todas las aves ha sido casi unánimemente destacada el águila, no sólo como portadora de buenos augurios, relacionados con tranquilidad, fuerza, majestad, altura, sino también como parte de los atributos de la realeza, o nobleza, precisamente por las características de su vuelo, su mirada penetrante, su don de caza y lo imperturbable de su existencia. En las láminas III y IIII se observan águilas imperiales vistas de lado izquierdo y derecho. En la XXI, donde los cuatro evangelistas son simbolizados por los signos fijos zodiacales, se observa un águila, imagen antigua de Escorpio.
Alas. Las alas caracterizan a todo aquello que vuela (ver aves, águila). El heraldo alado de la lámina XX anuncia nuestra resurrección. Algunos creen ver en el trono de La Emperatriz (carta III) forma de alas. Cupido, gracias a sus alas, parece flotar en el espacio (lámina VI). El Angel de la Templanza (arcano XIIII), La Esfinge Inmóvil de la carta X, y El Diablo, tienen alas pero no están suspendidos en el aire o aguas superiores. Eso, lejos de indicar que no vuelan, podría señalar el hecho de que lo pueden hacer. Finalmente, en la lámina XXI, El Mundo, podemos observar a un águila en correspondencia con el evangelista Juan, el discípulo amado, heredero del testamento cristiano y autor también del Libro de la Revelación o Apocalipsis en donde aparecen numerosos ángeles o personajes alados. Leamos este libro, especialmente su capítulo XXI (ver entrada siguiente).
Angel. Visibles en las láminas VI, XIIII, XX y XXI, los ángeles representan estados sutiles del ser y se ocupan de realizar los llamados y anuncios al despertar la conciencia. Para las tradiciones llamadas "del Libro" el Diablo, carta XV, es un ángel caído (ver "alas").
Animal. El animal sintetiza las potencias instintivas y a veces bestiales de los humanos. Los pueblos antiguos han creído siempre en la existencia de un alter ego animal estrechamente relacionado con el hombre. Todos los animales existentes en distintos lugares geográficos y en diferentes tiempos históricos, han sido símbolos importantísimos incluidos en la cosmovisión de los pueblos arcaicos. En el cristianismo también ha sucedido esto, y no sólo deben recordarse los distintos animales que aparecen en los evangelios, relacionados con la vida de Jesús, sino todo el bestiario cristiano y sus asociaciones con Cristo, la Iglesia, los evangelistas y algunos santos.
Arco. La tensión del arco está relacionada matemáticamente con el poder de la flecha (ver). Pitágoras estudió musicalmente estas correspondencias en relación al tamaño de la cuerda. El arco guerrero es un instrumento vibratorio que impulsa a distancia su potencia anónima. En muchos pueblos arcaicos los límites de su territorio estaban dictados por las distancias que recorrían las flechas disparadas por sus jefes hacia las cuatro direcciones del espacio.
Athanor. Uno de los pocos símbolos constructivos presentes en el Tarot es el arcano XVI, llamado La Torre de Destrucción o Casa de Dios. Algunos de los artistas que se ocupan del Tarot y juegan con él ven en esta torre una imagen del athanor alquímico, donde los alquimistas preparan sus cocciones, el cual ha sido a su vez asimilado con el alma o la psique humana. En determinado momento, todo lo que se había logrado comprender de pronto es destruido y el filósofo queda nuevamente en ayunas. Reconstruir piedra por piedra el athanor es volver a integrar un orden en el que los seres humanos estamos comprendidos.
Aura. Luminosidad extracorporal que se produce en muchos casos como fenómeno natural entre aquellos estudiosos de la ciencia hermética, los que por la índole de su trabajo son capaces de ligar con lo metafísico. En la iconografía medioeval sabios, santos e iluminados, suelen estar nimbados por una luz transpersonal que, en la vida cotidiana, muchos psíquicos dicen advertir en sus semejantes. En la lámina XX vemos esta aura en el ángel anunciador, y en la XXI debemos advertirla en la simbólica de los animales, aunque no la lleva el toro, equiparado a la tierra.
Aves, pájaros. Son los animales que corresponden al elemento aire; por lo tanto en todas las mitologías actúan como transmisores de mensajes, tal cual el viento anuncia las lluvias. Este simbolismo también alcanza a sus plumas y alas, y así vemos al dios grecorromano Hermes-Mercurio ornado con estos atributos en su casco y pies. El pájaro negro, o cuervo, ha sido a veces considerado como el emblema de la nigredo, estado alquímico de putrefacción que conocen los adeptos. Lámina XVII.
Balanza, equilibrio. La balanza, como forma del equilibrio, mantiene un eje fijo e inmóvil, polar, que permite advertir la dualidad de los pesos que en cada uno de sus dos platillos son medidos. Imagen de la equidistancia, es sensible sin embargo a los pros y los contras que constantemente conforman el universo. Los antiguos vieron en el cielo el ideograma de la balanza que siendo primitivamente polar fue posteriormente traspuesto al orden zodiacal. La balanza es visible en la lámina VIII, La Justicia. Hasta el último de tus cabellos está contado.
Barba. Virilidad, decisión, autoridad, por ejemplo en El Emperador, los reyes de copas y oros; también sabiduría en el caso de El Papa, hierofante o psicopompos y de la número VIIII, El Ermitaño.
Basto, bastón. Activos, fálicos, símbolos del vínculo vertical cielo-tierra (ver cetro). En las tribus océanicas indoamericanas y africanas, como el báculo, es instrumento ceremonial propio de los chamanes; signo de autoridad.
Bien y mal. Dos caminos. En el arcano número VI se encuentra cabalmente mostrada la decisión de un personaje al que lo atraen dos fuerzas igualmente poderosas e importantes. En el pitagorismo estas dos energías estaban significadas por las bifurcaciones de la letra Y. Nacidas de una raíz común nos obligaban a tomar una decisión acorde con el camino trazado. En su aspecto moralizante estas fuerzas opuestas pero latentes en el alma de El Enamorado no son sino la constante conjunción de opuestos a la que se ve conscrita cualquier alma en el camino de su Liberación. El bien y el mal no son sino dos aspectos de una misma cosa, salvo que el Bien se escriba con mayúscula y sea idéntico a la Liberación. En ese caso el bien sería uránico y el mal ctónico, estableciéndose así una jerarquía natural entre el ser y el otro, el auténtico Yo y lo egótico-personal.
Bolsa, saquito. La bolsa o el saco denotan lo más íntimo, la pertenencia interna de cada sujeto; por eso es también un símbolo del ser y de las posibilidades de lo allí guardado. Todos nuestros objetos necesarios, nuestros instrumentos mágicos, se hallan en la bolsa; aún hoy en día, nuestras llaves (claves), nuestro dinero (medio de cambio), y las libretas de direcciones (es decir, la relación con nuestro entorno), y aun nuestro crédito, aquellas horribles y eficientes tarjetas plásticas, las cargamos en la bolsa. Los chamanes indoamericanos suelen llevar sus objetos de poder durante toda la vida en envoltorios o paquetes sumamente sagrados que ocultan su contenido a las miradas de los vulgares profanos. Nada de valor comercial se halla en ellos, sólo son objetos totalmente cosmizados por su propia naturaleza simbólica, vale decir: supracósmica. En el arcano sin número, denominado El Loco, éste lleva ocultas en su saco todas sus pertenencias.
Caballero. Hay una asociación muy estrecha entre aquél que maneja su caballo y éste, o sea del vehículo-conjunto en sí, a tal punto que los autóctonos americanos cuando la invasión española, creían ver en ellos un solo animal fabuloso. Los caballeros del Tarot pertenecen a la antigua ordenación medioeval donde la autoridad era ejercida por los sabios, los cuales otorgaban el poder a los guerreros y sus cortes como prolongación de su mandato divino; los comerciantes y burgueses y aquéllos dedicados a las labores más sencillas completaban el esquema tradicional. Las órdenes militares de todos los pueblos han contribuido de una manera directa y activa a la generación universal. (Ver caballo).
Caballo. Vehículo terrestre por excelencia, el caballo, dotado de una cantidad de condiciones (fuerza, destreza, intuición) puestas al servicio del hombre, ha jugado un importante papel en la simbología. Su desplazamiento, como en la carta VII, está asociado a la movilidad y a la vida como un viaje por la tierra, como también puede apreciarse en los llamados Caballos o Caballeros de las cartas de la Corte. En numerosas mitologías y cuentos mágicos son frecuentes los caballos que hablan. Los caballeros son aquellos que manejan con habilidad el rumbo y la direccionalidad de la bestia.
Calavera. Se le atribuyen las generales del esqueleto humano (ver esqueleto), salvo que por su posición cenital se le asocian las características más altas, a saber: inteligencia y sabiduría. La forma semiesférica de la calavera se asocia al domo o cúpula en el simbolismo constructivo, siendo ambas imágenes de lo más alto, de la sumidad, y de conexión con otras posibilidades suprahumanas. Es interesante destacar que el maestro Jesús muere en el Monte (símbolo de elevación) llamado Gólgota, palabra cuya traducción es cráneo.
Cangrejo. Antiguo signo zodiacal de Cáncer, con el que se asocia por intermedio de las aguas y la luna que las rige. El cangrejo habita allí tal cual se puede observar en la lámina XVIII. Otra de sus características es caminar de lado y esconderse con gran rapidez.
Capa. Muchos de los personajes de las cartas de la corte y de los arcanos mayores aparecen con una capa. Esta protección contra el frío es también sinónimo de ocultamiento, tal cual la toga de los jueces y maestros en Derecho que expresa la solemnidad de la Justicia. Hasta nuestros días, canónigos, monseñores, letrados, simples paisanos de Castilla, y la mayoría de los indios que se cubren con ponchos conservan su calor interno amparados en un manto legal que nadie se permitiría prohibir.
Carro. El carro del Sol es el arquetipo de los carros guerreros y tanto asirios y caldeos como griegos y romanos emulaban las andanzas del dios solar con sus carros de guerra, en sus viajes de caza o exploración hacia lo desconocido. Los bajorrelieves asirios expresan una y otra vez la idea de carro o rueda (ver), mediante la cual se podían llevar al límite las posibilidades anidadas en el alma de los hombres. Conquistar territorios o ser uno solo con lo nuevo conocido es depender del carro, como vehículo, para estas conquistas.
Cetro. A esta figura corresponden las generales del bastón o bastos (ver), siendo estos últimos más primitivos y los que originaron el pulido y enjoyado cetro, imagen de poder de emperadores y soberanos.
Colgado. Estar colgado, en lengua popular, equivale a estar "vendido" o "entregado", o sea falto de cualquier protección; es haberse quedado sin nada de lo que ni siquiera jamás se ha poseído. La espectacularidad de la lámina XII que lo figura consiste en la idea de inversión (ver). Tanto el personaje central como los dos árboles truncados y equidistantes que lo acompañan enverdecen en la tierra mientras sus extrañas raíces parecerían estar en lo celeste.
Collar. El collar, como el rosario, es símbolo del encadenamiento de los mundos o los indescriptibles estados del ser universal, fuera del cual todo queda excluido por imposible. Las distintas cuentas y piedras preciosas del collar se encuentran unidas y traspasadas en su interior por un hilo sutil (sûtrâtmâ, ver tonsura), que liga a todos los seres y estados en una esencia común. Vemos collares en las cartas III, IIII y VIII. Le corresponde también el símbolo general del círculo, la esfera y la rueda (ver).
Columnas. Son notables las dos columnas que se observan en las cartas II y V. Representan a los dos pilares, activo y pasivo, del Arbol Sefirotico: los del amor y el rigor, de la construcción y de la destrucción, visibles en el simbolismo masónico en las columnas J y B, que provienen a su vez de las columnas del Templo de Salomón. El personaje central de estas cartas, La Sacerdotisa y El Papa, viene a representar la tercera columna, neutral, del equilibrio. Estar entre columnas es tener un lugar significativo en el cosmos. En la carta VII, las columnas son cuatro y sostienen la construcción cósmica. La armazón de la carroza es cuadrangular, mientras el dosel que sirve de techo mantiene una forma abovedada, representando ambos, respectivamente, la tierra y el cielo; esta misma simbólica puede observarse en lechos medioevales y renacentistas. También cualquier puerta que señale el pasaje de un espacio a otro está hecha a partir de un par de columnas que sostienen la construcción.
Construcción. La estructura matemática hermética del Tarot, es en sí una construcción completa; igual sucede con las personas que lo interiorizan, que van haciendo de sí mismas una nueva morada. Este oráculo, proveniente de la tradición hermético-alquímica, está íntimamente ligado no sólo a órdenes caballerescas y guerreras sino también a órdenes de constructores y artistas que heredan su simbolismo iniciático de la construcción del templo de Salomón, que a su vez reconoce orígenes mucho más antiguos. En las cartas XVI, XVIII y XVIIII se ven símbolos constructivos. También en el As de Copas, que parece figurar un castillo o un sagrario.
Copa, cáliz, recipiente, jarro. Obviamente estos elementos son receptivos, tanto para los líquidos, los cuales, por otra parte, se moldean a su forma, como también para los efluvios divinos o aguas superiores, llamadas celestiales, equiparadas al elemento aire, e igualmente los vientos y tempestades que el palo de espadas manifiesta.
Corazón. Aunque no es visible el corazón en las láminas del Tarot, éste está representado por las copas y es señalado en la carta VI, El Enamorado. Siendo este órgano primordial el habitáculo de lo divino, lugar central en que se aloja la esencia única del ser. En la lámina IIII, El Emperador, el corazón se señala con la piedra verde de su collar; y en la V, El Papa, los dos dedos que bendicen lo tocan. El "palo" de copas, en la baraja francesa, se sustituye por el "palo" de corazones, siendo símbolos análogos pues ambos son el receptáculo de los efluvios celestes. En el Popol Vuh, la deidad más alta es llamada "Corazón del Cielo", y tiene como su réplica exacta en el polo de la manifestación a otra entidad denominada "Corazón de la Tierra", directamente emparentada con el Dios Mundo que aún veneran los indios quiché.
Corona. En la simbólica cabalística, Corona es la traducción del hebreo del nombre de la sefirah número 1, Kether, aquello que se encuentra más allá de la cabeza o cúspide. Es por lo tanto atributo de la divinidad, de la realeza, y expresa a la función guerrera tal cual la tiara (ver) a la sacerdotal.
Cruz. La cruz representa la interacción de lo vertical con lo horizontal, como dos planos opuestos cualitativamente distintos. Es también un símbolo nítido del cuaternario, y por lo tanto se manifiesta de forma espacial en base al recorrido solar, marcando la presencia de las estaciones anuales y edades en la vida de un hombre, para nombrar algunas de sus manifestaciones. Es precisamente en su aspecto temporal donde se la suele circunscribir con un círculo, que toca en cuatro puntos equidistantes y análogos, en el caso de que esa cruz fuese de brazos iguales. Signo precristiano, es tal vez, junto con el del círculo y el del triángulo, de aquéllos que podríamos llamar verdaderamente arcaicos, generativos y connaturales al hombre, gracias al cual éste ha podido ser verdaderamente un emisario entre tierra y cielo. Todas las cruces que se encuentran en las láminas del Tarot son cruces de brazos iguales, como así las que realizan El Colgado, El Emperador y El Mundo con sus piernas. El Papa sostiene con su mano izquierda una cruz jerarquizada en tres planos, análoga a la milagrosa Cruz de Caravaca, donde algunos ven el esquema del Arbol de la Vida cabalístico.
Cuarenta. El número cuarenta es proverbial en la tradición judeocristiana, también como sinónimo de prueba: cuarenta días castiga Dios con el diluvio; Jesús recibe las tentaciones durante un ayuno de cuarenta días; los cristianos celebran la cuaresma, que son los cuarenta días que preceden a la Resurrección, y la ascensión de Cristo se produce cuarenta días después de esta última. Recordar que son cuarenta los arcanos menores del Tarot, organizados en diez dígitos y cuatro palos o colores los que corresponden en el Arbol sefirotico tridimensional, a los planos de las distintas numeraciones en los diferentes mundos.
Cuernos. Símbolo de defensa y de rechazo de energías maléficas, suelen relacionarse con la corona (ver), por estar ambos sobre la cabeza y por la raíz KRN que da lugar a ambas palabras. Aparece en el atuendo de varios chamanes. Inversamente, en El Diablo (lámina XV) sería una forma de irradiación de las energías caóticas que lo caracterizan.
Desnudez. La desnudez puede equipararse con el despojo de los bienes materiales, la pureza, la ingenuidad y el candor. Todo esto está asociado, además, con la ausencia de posesiones mentales y la ligereza o levedad con la que este estado está emparentado. El cuerpo de la mujer desnuda es para el extremo oriente y otras tradiciones una imagen del cosmos, la madre universal, la esposa o amante sagrada. Estar desnudo es no tener nada que ocultar y, por lo tanto, la esperanza de recibirlo todo, incluso la ropa. Imagen del estado primigenio o verdaderamente natural, es también un símbolo de libertad. Aparecen personajes desnudos en las láminas XV, XVII, XX y XXI y también en El Loco que lleva la nalga descubierta.
Diablo. (Ver esclavitud). El diablo representa las energías ctónicas y a toda la manifestación cambiante, múltiple y material. Es un ángel caído que puede ser reconocido en cada quién, pero también es maestro y psicopompos que al mostrarnos las profundidades de sus reinos subterráneos nos permite la posibilidad de hallar la piedra oculta en el interior de la tierra y de redimirnos de esa caída accediendo al conocimiento de aquello imperceptible que une al bien con el mal. Llegando el Sol a lo más bajo no le queda más que ascender.
Discípulo. Los personajes que dan sus espaldas en la carta V, El Papa, y que se encuentran con los brazos abiertos en actitud receptiva, son los discípulos que reciben la enseñanza tradicional del hierofante o maestro del Arte del Tarot, representante del Señor del Tarot, que a través de imágenes y colores provoca la aparición del maestro interno. Este nos irá ofreciendo las llaves que abrirán las puertas de los arcanos. Recibir sin pretender ser lo que no se es, es propio de un discípulo de buena condición, o sea de aquél que verdaderamente va a recibir, el que a su vez podrá ejercer su arte o profesión, en este caso, el Arte del Tarot.
Emperatriz, reina. La reina, por sobre todas las cosas, es la esposa del rey, su paredro, y como tal recibe las energías celestes que lo hacen a su esposo soberano, de manera refleja y por lo tanto compartida. La reina es tal en cuanto es en sí misma; su reinado es interior, secreto, pero verificable. La verdadera reina no necesita poder porque lo tiene; y sujeta a las presiones del medio (a las habladurías de la corte) sabe mantener una distancia ecuánime que no es sino el reflejo de sus pensamientos. La dama es también la reina del caballero, el ideal de lo femenino por excelencia. Emperatrices y reinas son identificadas con el más alto poder temporal, lo real y la nobleza.
Esclavitud. Los hombres, condicionados por las innumerables circunstancias que impone el medio, sirven como esclavos de un nivel de la realidad que no sobrepasa la ilusión, las sombras y el sueño. Atados a los sentidos conceden realidad a ese mundo imaginario. A liberarnos de esa esclavitud nos llama la iniciación en los misterios, y a penetrar otros mundos que estando siempre aquí y ahora se nos escapan por estar distraídos en la cotidianidad de un tiempo sucesivo y horizontal que nos esclaviza, limitándonos. La pareja que aparece en la carta XV, El Diablo, simboliza esa esclavitud. Liberarnos de ella es trascender.
Escudo. Obviamente el escudo es un arma defensiva y, como tal, protectora. Su función es conservar la vida y defenderla de los peligros que la pueden amenazar. El guerrero carga su lanza (activa) y lleva también su escudo (pasivo) cuando tiene que luchar contra sus enemigos. Generalmente los escudos suelen llevar inscripciones de tipo mágico o elementos sagrados que brinden su apoyo en el arte de la guerra; en otras ocasiones se inscriben en ellos mandalas, como son los signos heráldicos de una nación, pueblo, cantón, familia o individuo, con los que el combatiente se identifica. Esto ha llevado a que los escudos llamados "de armas" se relacionen con las genealogías, la mayor parte de las veces míticas, de aquéllos que vivían las guerras como una realización de sus posibilidades y como el oficio más adecuado para su temperamento.
Espada. Símbolo del eje (activo) en contraposición a las copas (pasivo); asimilado a la lanza y a la pica. Se destacan los dos filos de la espada, como en el caso del hacha druídica de doble filo; emblema del poder guerrero; su fabricación supone el conocimiento del hierro y por lo tanto de las ciencias metálicas y metalúrgicas. Como el basto y el cetro, significa poder. En la carta VIII se relaciona con el rigor de lo justo.
Esqueleto. El esqueleto, o el cadáver despojado de su carnalidad, es asimilado obviamente a la muerte y a la siega que ésta practica de continuo. Los huesos constituyen la estructura del ser humano manifestado y asimismo su parte más sustancial y material.
Estrella. En el arcano número XVII denominado La Estrella o Las Estrellas, precisamente, aparecen 7 formas estrelladas en el cielo, rodeando a una mayor y de doble radiatura, de 16 puntos, que con su centro suman 17 posibilidades, lo cual se corresponde con el número de la carta. El hombre siempre ha mirado a la bóveda celeste como punto de referencia y como una guía para sus propias inquietudes y necesidades. Astros, estrellas fijas y constelaciones describen en el firmamento una historia y una geografía sintética, andanzas de dioses y héroes e innumerables formas animales y humanas, de las que son hijas sus correspondientes en la tierra. Las estrellas fijas por sus propias características, así como la precesión de los equinoccios, han sido tomadas como los módulos más estables en la creación universal; no así las rápidas y cambiantes expresiones de los planetas muy asimiladas a la vida de la tierra y al hombre.
Flecha. La flecha es un arma vinculada con el elemento aire, y como tal suele llevar plumas de ave que controlan su direccionalidad. En este sentido, el tocado por una flecha es análogo al que lo ha sido por un rayo. Impulsada por el arco de los dioses o los espíritus, señala al elegido, muchas veces también la víctima, de los mensajes que ella porta. Carta VI.
Flores. Las flores preceden al fruto y lo anuncian de manera perfumada y sutil; ellas estimulan uno de los sentidos más delicados en el hombre, el olfato, que es el instrumento instantáneo de la memoria. El color indefinido de las flores, siempre cambiantes, trae a la existencia, la variedad incesante de las luces que adornan la vida. Ellas expresan la gloria de su Creador y jamás Salomón, en su infinita grandeza, pudo vestirse más bellamente que un lirio del campo. Aparecen en forma natural en los arcanos menores y aunque pensamos que no son meros objetos decorativos, sin embargo les atribuimos una importancia secundaria. Flores, en forma de alhajas o diademas, se encuentran en la iconografía de las láminas II, V y XIIII.
Garra. Las garras son las armas de las fieras, y como tales han sido tomadas de manera talismánica entre todos los pueblos del mundo. Las garras del enemigo, las garras de la muerte han sido consideradas siempre como solidificaciones de acontecimientos extremos donde el desgarramiento de los miembros precede a la reconstitución de los mismos en otro plano, o esfera de la realidad. En la etimología de "agarrar" la garra está presente (láminas X y XV).
Guadaña. Lo que se siembra debe recogerse, y así sucede con los vientos y las tempestades. La siega tiene lugar en momentos precisos y periódicos; esta forma de obtener el grano o alimento vital es tan imprescindible para el hombre como para los dioses que lo crearon. Segar es destruir la planta para recoger el alimento que sustenta. En su sentido iniciático es destrozar todas nuestras partes dispersas para volver a vivirlas en la unidad original. Labor por excelencia, la siega es la cosecha actual y la por-venir, de acuerdo a los ritmos y ciclos de nuestra gran madre nutricia, la tierra. En la carta XIII se contempla a un esqueleto segador que ha destrozado diversas partes de organismos de por sí divididos. La tierra negra de la indiferenciación acabará por generarlos nuevamente.
Guante. El Papa, arcano V, tiene en su mano izquierda un guante con una cruz bordada sosteniendo a su vez otra (ver cruz); con la mano derecha bendice mientras la izquierda guarda celosamente los secretos de la tradición representando los sentidos esotérico y exotérico en que ella se expresa.
Hierofante, papa, psicopompos. El auténtico hierofante es en primer lugar un celoso guerrero, guardián de lo sagrado, encargado de atraer los efluvios celestes, invocar los dioses y practicar los ritos que posibilitan que la Tradición permanezca viva gracias a la generosa transmisión regenerativa que realiza de los mensajes y revelaciones de que ha sido dotado. Sea en la forma de brujo, chamán, sacerdote, curandero o psicopompos, abre las puertas de los juegos de relaciones más sencillos solucionando los crucigramas existenciales; este personaje no es peligroso salvo cuando está enojado. Entonces es de temer.
Inversión. El Tarot nos enseña a realizar la conjunción de los opuestos mediante la inversión de los colores de sus láminas o de la dirección en que miran los distintos personajes y figuras. Esto es particularmente notable en las ropas de El Mago, arcano I, en los caballos de la lámina VII, El Carro, y en las jarras de la XIIII, La Templanza, donde los colores azul y rojo se invierten, mostrándonos la necesidad de combinar contrarios. También en el carácter hermafrodita de El Diablo, en el macho y la hembra de los mellizos de esta carta, y de la XVIIII (ver mellizos), en las posiciones invertidas en que miran La Sacerdotisa y El Papa, La Emperatriz y El Emperador (y las águilas de sus escudos) y en la dirección ascendente y descendente de las figuras móviles de La Rueda de La Fortuna (X) lo mismo que en las charreteras de la figura del personaje de El Carro. El Tarot nos enseña a ver el doble aspecto de todas las cosas, y a unificarlo, en el significado dual, al derecho y al revés, con que se leen las cartas. El arcano XII, El Colgado, es otro símbolo neto de inversión.
Juglar. El juglar es aquél que entre chanzas, bromas y alegrías reproduce de manera amable las acechanzas, gestos y paradojas de su Creador. Nuestro personaje canta mediante artilugios la realidad de lo creado de la cual él sólo se vive como un actor en la indefinitud de los gestos y las memorias que habitan el teatro del mundo. El juglar es un títere entre títeres que repite, recreándola, a la creación original de la cual es un instrumento. Siempre penando, o en fiesta, aquel juglar que todos poseemos nos alegra a veces con una esperanza que ya fue, o con un pasado totalmente futuro. Estos personajes, como los de la lámina sin número, llamada El Loco, y la I, El Mago, recorrieron (y recorren), según el Tarot, los caminos de Europa y el mundo.
León. El león es un animal relacionado con el fuego y la realeza. Su color dorado hace que la astrología lo vincule al sol y la alquimia al oro. Aparece en la lámina XI como bestia feroz a ser domesticada, y en la XXI representando al signo zodiacal de Leo.
Libro. El mundo, para muchas tradiciones, está equiparado a un libro donde la pluma divina escribe, o pinta, constantemente la totalidad de lo manifestado. Este libro de la vida es el texto sagrado y sapiencial por excelencia, imagen paradigmática de cualquier escritura y de todo libro, revelado o no. El Creador ordena a los escribanos celestes el ejecutar cada parte de la obra que él dirige en relación a los ritmos, secuencias y conjuntos armónicos que en sí mismo organiza. Su lenguaje es necesariamente poético en cuanto rítmico, y profético por su desarrollo. En el Libro de la Vida están escritos todos los nombres y por lo tanto aquéllos que pueblan el universo, por más pequeños o insignificantes que nos parezcan. La Sacerdotisa, lámina II, lee constantemente el libro del presente, compuesto de pasados y futuros.
Linterna, farol. Muchos de los que parecen saberlo no lo saben y sólo han conseguido un farol, imagen muy débil del sol, que los alumbra en su camino. Si el farol no es el sol y tampoco siquiera la luna, el andante encontrará poca iluminación en sus pasos; sin embargo, aquella débil luz equiparable a la conciencia y a la sabiduría continuará brillando como si fuese un faro o una simple curiosidad del camino. La luz artificial es un símil de la natural y por lo tanto le afectan las correspondencias directas e inversas que caracterizan la iluminación natural. Todo el mundo es ermitaño, mucho más en las grandes ciudades. Muchos recurren a lugares apartados, en buenos sitios ecológicos, pero desgraciadamente llevan la programación contemporánea a cuestas; no hay nada mejor que el aislamiento, sobre todo si se está bien acompañado. El ermitaño cumple una importantísima función social.
Luna. Símbolo del principio femenino y pasivo, la Luna, astro de la noche, es el paredro del sol, vista a veces como su hermana (o hermano) y esposa, opuesta y complementaria. La tradición siempre la asimiló a las aguas, a las que rige, y vio dos niveles en ellas que manifiestan dos estados del ser: un mundo supra-lunar, las aguas superiores visibles en Binah, y otro sub-lunar (Yesod y Malkhuth) el ilusorio mundo de la multiplicidad y los cambios. La luna siempre ha sido asimilada al plano psíquico y su energía y poder de atracción no sólo es visible en el mundo externo sino también mediante los fluidos más sutiles, ocultos e interiores, que alimentan las fantasías de la mente. También ha sido tomada como la gran reguladora y los calendarios se han regido siempre por ella como manifestación evidente de la ciencia de los ciclos y los ritmos. En la cábala hebrea, la luna oscura, perversa o negra, es llamada Lilith, equiparada con todo rigor a las entidades femeninas que los griegos llamaban Lamias.
Mellizos. Símbolo tradicional de la unión, de lo que siendo lo uno y lo otro ha nacido sin embargo de un mismo huevo, los mellizos habitan todos los panteones: Cástor y Pólux, Rómulo y Remo, Krishna y Arjuna, Quetzalcóatl y Xólotl, Hunah-Pú e Ixbalanché, etc. Muchos de ellos, sin embargo, se hallan divididos y hasta son opuestos o enemigos, como con toda claridad lo significa el conocido yin-yang extremo oriental. El fenómeno de los gemelos siempre ha causado asombro y ha sido muchas veces tabú en diferentes culturas. Entre los indios Pueblo, simbolizan el planeta Venus en sus dos aspectos, de estrella matutina y vespertina. En la carta XVIIII la pareja de infantes idénticos expresa la unión del binario resuelta por la unidad del amor. En la lámina XV se pueden observar igualmente un par de diablillos encadenados y semidesnudos, expresión clara de la ambivalencia que suele regir nuestros pensamientos y acciones.
Mesa. Este objeto se observa especialmente en la carta I, El Mago, donde se la destaca como un plano, tal cual podría ser el plano creacional. La mesa significa un mundo de objetos que la pueblan y las diferentes relaciones que ellos poseen y tejen entre sí. La superficie de la mesa es la totalidad del plano y sus límites encuadran este objeto de forma definitiva; todo está en el plano y prueba de ello son los cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra) simbolizados respectivamente por la varita de El Mago, una navaja, miniatura de la espada, un vaso vacío y una moneda de oro. También se observa un cubilete y un juego de dados que expresan las posibilidades indefinidas de lo potencial y las distintas posibilidades numéricas que se producen en la mesa, plano ejemplar como intermediario entre los mundos terrestres y celestes. Podría pensarse que el hecho notorio de que la mesa muestre sólo tres patas representa a los tres principios (azufre, mercurio, sal) con que se combinan los cuatro elementos, produciendo el artificio de la manifestación.
Mundo. El mundo o kosmos era para los griegos la posibilidad de todo lo creado llevado hasta sus propios límites. No había pues otros mundos sino que todos los mundos estaban en éste. El cosmos es un orden emanado del caos al que necesariamente tiene que volver. Muchas tradiciones identifican al mundo con su creador y piensan que éste está vivo expresándose a través de los espíritus, seres, formas, animales y colores que cohabitan en el universo. Sin embargo debemos aclarar que este dios, absolutamente cotidiano para las tradiciones sagradas, no es el auténtico Dios, cuyo nombre es innombrable, su forma inexistente y su ser incognoscible. En la lámina XXI el Mundo es regenerado luego de ser absorbido en su propia belleza.
Nube. Muchas culturas han visto descender de las nubes profetas o profecías asociadas a su propio destino; las nubes, como fenómenos atmosféricos, están relacionadas al plano intermedio y por lo tanto al alma del hombre en sus aspectos psíquicos superiores e inferiores. Estos fenómenos atmosféricos son asimilados por el hombre a los mundos, países o construcciones análogos a la ciudad celeste, o realidad eterna, que las deidades proyectan a su antojo. Ligadas con el plano de lo imaginal y la fantasía, las nubes describen estados cambiantes del alma universal, reflejados en la psique individual.
Ombligo, omphalos. El omphalos ha sido tomado siempre como el centro del mundo y análogamente como la fuente vital del microcosmos. Los distintos centros del mundo, conocidos por diferentes hombres y pueblos del universo, constituyen el Centro arquetípico del Mundo, o el principio y el fin de toda posibilidad. Ese punto geográfico central, horizontal, es también un eje vertical que es recorrido constantemente por efluvios uránicos y ctónicos, celestiales e inframundanos.
Oros. El oro significa la perfección material y por lo tanto se relaciona con el plano de la concreción de la materia en la rueda constante de los elementos. Es también considerado extremadamente valioso por sus propias características de brillo y siempre ha sido interpretado como una imagen del sol (ver sol) en la tierra. Asimismo es un elemento de cambio y como tal ha sido usado como patrón moneda en prácticas de interrelación o comerciales.
Paje, valet, sota. Personaje juvenil que atiende a reyes, reinas y caballeros y cuyo ingreso a una orden militar corresponde al del aprendiz alquímico. Su función múltiple, gentil y dúctil, permite la interrelación tanto entre seres sujetos a un mismo plano horizontal de la realidad, como la del comercio con energías verticales casi siempre enigmáticas para nuestro púber personaje. El paje nos enseña de servicio, humildad y obediencia, y no necesariamente es bueno, sino las más de las veces ignorante, lo cual suple con sus efervescencias y chanzas juveniles.
Peregrinaje. Peregrinar es buscar nuestro propio fantasma, nuestra sombra, o sea, al otro, oculto en los repliegues más profundos de nuestro ser. Peregrinar es volver al sí mismo, entender que toda la historia es siempre anecdótica, que el mundo es un conjunto especular de fenómenos, seres y cosas, que se refieren a uno mismo. La peregrinación es una imagen en pequeño del viaje que todos realizamos en la vida; peregrinar es ser en la medida en que fuimos de acuerdo al camino que vamos trazando respecto a un centro fijo. Ir y volver son dos aspectos de una misma y única mecánica.
Perro, lobo. Es discutible si en la lámina XVIII, La Luna, aparecen una pareja de lobos o de perros, o si uno de ellos es tal y el otro cual. Lo cierto es que ambos animales aúllan en dirección al astro nocturno, llamando sus efluvios que se derraman en forma de gotas. El perro es ejemplo de domesticación y fidelidad, mientras que el lobo permanece salvaje y muchas veces solitario.
Piedra. La piedra es un símbolo fundamental de la tradición unánime. Desde las piedras brutas, que son abundantes y comunes, pasando por las semipreciosas y preciosas que adornan los collares y las coronas, hasta el diamante, símbolo de lo indestructible, las piedras han poseído siempre un profundo significado. Ni qué decir en el simbolismo constructivo, visible sólo en las láminas XVI, XVIII y XVIIII y en el As de Copas, que parece figurar un castillo, un sagrario o un corazón. Se dice que los efluvios celestes que caen a la tierra en el arcano XVI son piedras caídas del cielo, como las que sirvieron de altar o ara en varias tradiciones. Mencionaremos finalmente la idea de la piedra filosofal, y aquélla que dice que los hombres somos piedras vivas siempre presentes en el arte alquímico.
Rayo. El rayo es el mensajero celeste que conecta cielo y tierra y anuncia la fertilidad promovida por las lluvias. Uno de los ejemplos más destacados de la ambivalencia de los símbolos es el del rayo, puesto que por un lado destruye –como su asociado el huracán– regenerando siempre la virginidad de lo pasivo. Lo mismo se dice de los volcanes. Recordemos que el rayo es el arma de Zeus-Júpiter, conocido benefactor y padre de dioses y diosas. Lámina XVI.
Rey, emperador. Símbolo por excelencia del poder temporal relacionado con lo material en contraposición al poder espiritual del sacerdote, es también manifestación de lo real y verdadero, de los aspectos nobles del ser que a su vez se contraponen a lo ordinario. El hombre viejo está impregnado de la vulgaridad del medio. El nuevo hombre, nacido de arriba, es real. En el reino de los cielos todos son reyes y sacerdotes de condición intemporal. Emperadores y reyes han ejercido en muchas ocasiones ambos poderes, lo que en la simbólica cristiana se ejemplifica con el Maestro Jesús y el Cristo Rey.
Rueda. La rueda es uno de los símbolos primordiales de todas las tradiciones. Imagen del movimiento y la inmovilidad, su aplicación no es solamente temporal sino que circunscribe espacialmente la idea de cosmos. El misterio de la rueda incluye un punto inmóvil y una multiplicidad de puntos sucesivos, sin solución de continuidad, imagen del movimiento. La rueda es un círculo y en la tridimensionalidad una esfera, o sea, una forma perfecta y arquetípica a la cual responden todas las formas manifestadas. Como imagen de lo móvil, es decir, de un tiempo recorrido en un espacio, se refiere al drama existencial de nuestro pasaje por la tierra. Puede tomarse también como sinónimo de cambio. Es notoria en El Carro, lámina VII, y en la X, La Rueda de La Fortuna. Como casi todas las monedas, los oros de la baraja son ruedas.
Sacerdotisa. La diosa blanca, y la negra, representan dos aspectos polarizados de una misma entidad. Isis con velo o Isis develada son la misma sabia entidad sacerdotal que ampara a todas las mujeres y que ellas reproducen en sus hijos. La tierra oculta, es decir la diosa negra, o la de color blanco, manifestada, son aspectos de una sabiduría tradicional que toma a lo femenino como depositario del misterio, o de los secretos del arte generativo. La sacerdotisa esconde todas sus manifestaciones exteriores para de ese modo callar el secreto de la fecundación universal. El arcano número II es un agente secreto del Sí Mismo.
Sol. Astro rey, luminaria de la vida, que se produce mediante las dos energías que emana: luz y calor. Sin el sol, la vida orgánica no sería, y esto lo han sabido de manera unánime todos los pueblos que han sido y son en el mundo. Símbolo del poder y de la realeza, en alquimia se le asocia al Oro, en hermetismo al fuego, y en todos los casos a la fuente existencial. El Sol ha sido siempre una realidad evidente que jamás podrá perder actualidad pese a la estupidez de los contemporáneos. Si no existiera el sol, habría que inventarlo, lo cual sucede en muchos mitos tradicionales de distintos pueblos. Siendo la imagen visible de lo trascendente, la tradición hermética lo toma como centro de su cosmogonía, indicando una y otra vez la necesidad de trasponerlo.
Sombrero. Es signo de energías superiores, aquellas que se ubican simbólicamente sobre la cabeza, y en este sentido se relaciona con la corona y los cuernos (ver). Como sirve para resguardar del sol, el aire y el agua, es símbolo de protección. En las láminas I y XI, El Mago y La Fuerza, observamos un sombrero similar, con la forma de un 8 apaisado, símbolo del movimiento continuo. Este sombrero aparece también en varias figuras de la Corte.
Tiara. De manera análoga a la corona (ver), la tiara manifiesta poder, fuerza y autoridad. Existe sin embargo una diferencia: mientras la tiara es la expresión de la autoridad espiritual y energía mágica (en el caso de Merlín, por ejemplo) la corona expresa el poder temporal y las actitudes militares que se le corresponden. Las tiaras en el Tarot, que respectivamente se ven en las láminas II y V, están jerarquizadas en tres niveles, equivalentes a distintos planos de conocimiento en correlación estrecha con la estructura del Athanor (ver) alquímico, el diagrama del Arbol de la Vida y la distinción entre lo corpóreo, lo psíquico (inferior y superior) y lo espiritual.
Tonsura. Visible en los alumnos que reciben la enseñanza de El Papa (carta V) o hierofante, la tonsura es símbolo de las energías superiores que conectan al hombre, por la sumidad, con los mundos de arriba. Se relaciona con la "coronilla" o remolino del cabello y también, en el kundalinî yoga, con el chakra más alto, sahasrâra, que asimismo es llamado "coronario" (ver corona). Ese punto une al hombre con lo invisible y lo conecta con el cielo, o sea con otros estados del ser universal.
Toro. Aparece exclusivamente en la lámina XXI como la signatura zodiacal de Taurus, aunque el simbolismo de este animal se encuentra muy difundido también bajo la forma sagrada de vaca, buey o bisonte. Corresponde al elemento tierra.
Torre. Resulta paradójico que la figura asignada con el número XVI sea llamada en algunos Tarots La Casa de Dios, e igualmente La Torre de Destrucción. Sin duda, la torre es vertical y por lo tanto se la puede asociar junto con la pirámide, el zigurat, la escalera y el obelisco, con la verticalidad del eje del mundo. También la torre es símbolo de soberbia, tal cual se lo suele admitir en la figura bíblica de la Torre de Babel. Es, pues, un símbolo ambivalente de poderío constructivo y a la vez de vanidad humana. También en la lámina XVIII, La Luna, se ven unas torres o castillos en lontananza, tal vez como indicando los castillos o moradas interiores de los que nos habló Santa Teresa de Jesús.
Tragedia-comedia. Dos manifestaciones opuestas –como la de la guerra y la de la paz– de una misma energía que se representa en la caja teatral del mundo como dos contrarios que, en un punto común, se complementan; la risa y el llanto, el placer y el dolor, lo cual es perfectamente perceptible mediante manifestaciones, hechos y fenómenos en cualquier ser individual. Esta dualidad es visible en las charreteras del personaje de la lámina VII, y del Rey de Espadas. En el Caballero de Espadas es visible una sola charretera, en actitud neutra, como uniendo contrarios.
Trompeta. El aire propala los sonidos entendidos como mensajes y músicas celestes. De entre todos los instrumentos musicales, son los de viento los que más se asocian a llamados o anuncios, tal vez por estar más directamente emparentados con la voz humana. El ángel del juicio final (arcano XX) hace sonar su trompeta; mediante su vibración todo lo muerto renace, resucita. Esta carta también debe relacionarse con el libro de Juan, llamado de la Revelación.
Trono. El trono es un lugar especial, propio y significativo, en el espacio uniforme, más o menos caótico y generalizado. En algunas tradiciones como la hindú, la alfombra caracteriza este espacio. En la tradición maya este lugar especial era significado por la estera, en donde se sentaban jefes, caciques y chamanes. El trono es el lugar donde se asienta tanto el poder espiritual como el real. Difícil imaginar la importancia de un simple sillón, alfombra o estera, si no estuviesen sacralizados y tuviesen un significado cosmogónico y espiritual. En la abadía de Westminster, en Inglaterra, puede observarse el trono donde los reyes aún son coronados: se trata, aparentemente, de una simple piedra, pero de características mágico-teúrgicas, es decir, santificada y cargada de poder, a la que se le ha añadido encima una simple silla de madera.
Tumba. La tumba es el lugar de la quietud y del reposo de los desequilibrios psíquicos y físicos; es también un símbolo de resurrección donde dejado el equipo psicosomático el ser puede reintegrarse nuevamente a sus orígenes. En la muerte iniciática la tumba es a veces reemplazada por la caverna, el subterráneo, la cripta, o un lugar retirado en la floresta o la selva. Todo el mundo llega solitario a su tumba, tal cual ha venido a la existencia. Quienes creen en una resurrección definitiva, consideran que en el tiempo mítico del juicio final habrá seres que serán redimidos conjuntamente con la posibilidad de un nuevo mundo. La tumba nos lleva a la idea de fin de ciclo, presente también en las láminas XIII, XVI y XXI.
Varita. Esta versión civilizada del basto primitivo es un instrumento mágico por excelencia, y como él manifiesta al elemento radiante o fuego, también equiparado con la pasión o amor (recuérdese que Eros es ciego), necesario para cualquier producción.
Vegetación. La vegetación manifiesta claramente las potencialidades de la energía cósmica, que fructifica en nuestro medio (el del hombre) posibilitando así la vida sobre la tierra y todo lo que significa nuestro planeta y sus habitantes con respecto al orden universal. De las plantas reciben su alimento los animales y el género humano, y su permanente verdor sustenta las posibilidades de la generación y los ciclos en que ésta se manifiesta.
Vejez. Las sociedades tradicionales, o arcaicas, han reconocido en la longevidad y en la experiencia que trae aparejada, una virtud sapiencial que comienza con el hecho de haber podido conservar la vida durante tanto tiempo en medio de guerras, desastres y enfermedades, sin contar los disgustos y las injusticias. Existe pues, para los antiguos, una suerte de sabiduría biológica que, acaso, consiste en vivir la cinta del tiempo en el siempre presente. Esta actualización es una prerrogativa de la sabiduría que hace que las cosas sean para nosotros lo que son, en lugar de querer lo que desearíamos que fuesen. Es por lo tanto en la economía armónica del ser donde estas realidades tienen cabida.
Velo. Elemento de ocultamiento y de revelación, el velo establece una distinción entre el exterior y lo interior. Igualmente por su intermedio se comunican estas energías siendo neutralizadas por su división tajante. El velo es el resguardo del secreto y también el tamiz por el que atraviesan las experiencias que nos transmiten los sentidos. Lo oculto se halla escondido tras un velo y conocerlo es análogo a develarlo. Se ve en las láminas II y XXI. En la primera, la Sabiduría es secreta, o cifrada, como en un libro hermético; en la segunda el propio Mundo está cubierto de un tenue velo para todos aquellos que no quieren o pueden admirar su belleza, plenitud y magnificencia.