Diferencias entre Astrologia y Astronomia segun Mara Reims


Destaquemos aquí que la astrología no es la astronomía, y que por lo tanto no depende de abstrusidades tales como la mecánica newtoniana o las leyes de Kepler. Su método tampoco se deja seducir por falaces innovaciones técnicas, como el telescopio. La astrología se basa simplemente en que determinadas configuraciones de un número limitado de cuerpos celestes (planetas), dentro de un número también limitado de sectores arbitrarios del cielo (signos, casas) producen una influencia definida yespecífica sobre eventos terrestres (ya sea la historia de un país o un destino personal). Esa influencia, que en algún tiempo se creyó causal, y más modernamente se ha definido como sincrónica, no tiene absolutamente nada que ver con la gravedad, el electromagnetismo ni con ninguna otra fuerza conocida por la ciencia.

A pesar de esto, ningún astrólogo sospechó, por ejemplo, la influencia de Urano en sus horóscopos, muy a pesar de que esa influencia tenía que estar patente en numerosos destinos individuales (¡incluso sobre el de los mismos astrólogos!). Y esto vale tanto para los astrólogos de la antigüedad como para los de la edad moderna. Pongamos por caso, a Jean Baptiste Morin de Villefranche (1583–1656), autor de la reputadísima Astrologia Gallica, contemporáneo de Galileo y Kepler, y quien incluso llegó a polemizar con Descartes. De Morin de Villefranche se ha llegado a decir que "En efecto, con la más estricta justicia, podemos afirmar que Morin fue no solo el más grande de los astrólogos de Occidente sino que a él se debe la más grande y profunda renovación conceptual que haya experimentado jamás la Astrología". Por lo visto, esa "profunda renovación conceptual" no llegó a incluir el descubrimiento de algunas influencias inesperadas en tan sólida ciencia. ¿No debía haber sospechado este renovador, "el más grande de los astrólogos de occidente", al menos la existencia de Urano, un planeta que es incluso visible a simple vista? Precisamente es eso lo que hicieron Adams y Le Verrier: predijeron la existencia del desconocido Neptuno (¡y con un alto grado de precisión!) a partir de su influencia gravitatoria sobre la órbita de Urano. Y esto se logró apenas 65 años después del descubrimiento de este último. ¿Cómo es que la astrología no puede presentar ni un logro similar en sus dos o tres milenios de historia?

Los astrólogos han inventado diversas excusas para soslayar la omisión milenaria de tres planetas en sus predicciones. La más socorrida es la de considerarlos "astros generacionales". Dado su prolongado período de revolución alrededor del Sol, estos planetas tardan muchos años en pasar de un signo a otro, por lo que, presuntamente, su influencia se dejaría sentir no sobre individuos, sino sobre generaciones.

Sin embargo este argumento es falaz en más de un sentido. Volvamos al ejemplo de Urano. El período orbital de Urano es de aproximadamente 84 años, por lo que permanece en cada signo siete años. Esto implicaría que cada siete años una influencia "extraña" desaparecería de un signo para pasar a otro, por ejemplo, de Escorpio a Sagitario. ¿Cómo puede llamarse "generacional" una influencia que migra de un signo a otro en un lapso tan breve? Con igual eficacia podría decirse que es "generacional" la influencia de Saturno, que permanece en cada signo casi dos años y medio. Si hablamos de Neptuno, la situación no es muy distinta: tarda en recorrer su órbita alrededor del Sol poco menos de 165 años, y permanece en cada signo casi catorce años. En el lapso de la vida de un individuo que viviera 70 años, Neptuno avanzaría cinco signos. Cada siete años para el caso de Urano, y cada catorce para Neptuno, se debería observar la desaparición de una influencia específica en un los nacidos en un signo para aparecer misteriosamente en los que nacen en el siguiente. ¿Cómo es que ninguna de las lumbreras de la astromancia notó jamás semejante fenómeno a todo lo largo de la historia?

Pero la permanencia de un planeta en un signo no es el único determinante astrológico relevante. Están también los "aspectos", o sea, la posición relativa de los planetas entre sí, tal y como son vistos desde la Tierra (por ejemplo, si dos planetas, desde el punto de vista de la Tierra, están a 90° uno del otro se dice que están en "cuadratura"). Si Urano, Neptuno o Plutón se encuentran en oposición, cuadratura o oposición con Marte (por ejemplo) esa influencia, de existir, debería notarse en el curso de los acontecimientos de la vida humana (de hecho, hoy los astrólogos la predicen y calculan con rigurosa precisión). Y la configuración de esos "aspectos" depende no del movimiento de uno de los planetas, sino de los dos involucrados. Cierto, el período orbital de Urano es de 84 años, pero el de Marte es de apenas 1,88 años, lo que implica que en el tiempo que Urano describe su órbita Marte lo "alcanza" y entra en conjunción con él ¡aproximadamente 44 veces! Y estamos tomando en consideración solo uno de los posibles aspectos. Obviamente, esto ya no tiene nada de generacional. Pero tampoco la influencia de las cuadraturas, conjunciones y oposiciones de Marte con Urano fue percibida jamás.

Pero todavía nos queda otra herramienta astrológica por la que Urano, Neptuno y Plutón hacen "sentir" su influencia sobre los destinos humanos, si se quiere incluso de un modo incluso más crucial. Nos referimos a las "casas". Las casas no tienen nada que ver con los signos; son un sistema de referencia fijo con relación a un punto geográfico terrestre. Suelen enumerarse a partir del ascendente (primera casa). Las casas, definidas para un punto geográfico determinado, "rotan" junto con la Tierra, por lo que un determinado planeta las recorrerá todas en un lapso de 24 horas. Dos individuos que nacen exactamente al mismo tiempo, pero en dos lugares geográficos separados (digamos, uno en Ciudad de México y el otro en Madrid) tendrán al mismo planeta en dos casas completamente distintas, lo que determinará influencias específicas diferentes de este.

Lamentablemente, tal cúmulo de "influencias" nunca fue percibido ni por los más perspicaces astrólogos. ¿No sería mucho más sencillo que simple y llanamente admitieran que tales influencias son inexistentes? Por lo visto no. Qué los astrólogos jamás hayan notado la prodigiosa influencia de Urano, y que por consiguiente no hayan sospechado su existencia (ni la de Neptuno, ni la de Plutón) no es óbice para que hoy en día nos pinten con vivos colores el siguiente cuadro:

Urano

Urano simboliza lo imprevisto, el cambio brusco, las innovaciones. Rige las nuevas ideas, los inventos, el progreso. Aporta originalidad y sentido creativo, pero también excentricidad e incapacidad de adaptación. Su signo es Acuario.

Neptuno

La espiritualidad, el misticismo, la mediumnidad y la fantasía son características de Neptuno, pero también las actitudes irreales, las enfermedades psíquicas, los estados morbosos. Las situaciones poco claras, la confusión, la duplicidad, el engaño están asociadas a Neptuno. Su signo es Piscis.

Plutón

Los secretos, lo misterioso, la magia, lo que permanece oculto, lo terrible y la muerte son del dominio de Plutón. También la capacidad de regeneración, la renovación espiritual, la trascendencia y el subconsciente. Es el regente de Escorpión.

Por otras fuentes nos enteramos adicionalmente que Urano rige la undécima casa, Neptuno la duodécima y Plutón la octava. Este no es un detalle sin importancia, pues la octava casa, por ejemplo, tiene que ver con "la vida relacionada con el nacimiento, el sexo, la muerte" (¡nada menos!). Tres aspectos tan fundamentales de la vida humana, y nadie había reparado en que su regente permanecía inédito. Que raro.

El uso que hacen de Plutón los astrólogos modernos en sus cartas astrales nos lleva también a considerar otra cuestión de índole discretamente diferente. ¿Cuál es exactamente el criterio que hay que emplear para decidir si un cuerpo celeste es o no significativo astrológicamente hablando? ¿Quién influye y quien no? Por ejemplo, los asteroides son tomados en cuenta muy poco o nada, a pesar de que algunos tienen un tamaño considerable (Ceres tiene un diámetro de 933 Km, casi la mitad de Plutón, y está mucho más cerca de la Tierra que él). Algunos de los satélites de Júpiter y Saturno son bastante mayores que Plutón, pero tampoco figuran (realmente, Plutón es más pequeño que siete satélites del sistema solar). Para complicar aún más las cosas, ni siquiera se puede establecer como criterio necesario que el astro dado describa su órbita a través del zodíaco, pues Plutón no lo hace una buena parte del tiempo, ya que la inclinación de su órbita respecto al plano de la eclíptica es nada menos que de 17,2°.

Por lo visto, la única regla más o menos válida es que el cuerpo sea considerado "planeta" astronómicamente hablando (con excepción de la Luna, que es un satélite, y el Sol). Pero recientemente, como ya se mencionó, se ha iniciado una polémica sobre si Plutón es un verdadero planeta o un objeto de una clase diferente. Se ha planteado que Plutón debería ser clasificado como asteroide o cometa más que como planeta. Mas allá de la órbita de Neptuno se han descubierto más de 300 objetos dentro del cinturón de Kuiper. Dichos objetos son muy similares en constitución a Plutón y a su satélite, Caronte, aunque más pequeños; no obstante, algunos tienen un tamaño considerable, como el 1996–TO66, con un diámetro estimado de 600 a 800 Km. Aparte de su tamaño, Plutón es casi indistinguible de esos objetos transneptunianos y de los cometas de período corto. Asimismo, Tritón, el satélite gigante de Neptuno, tiene también propiedades muy parecidas a las de Plutón, y se cree que es otro de los objetos del cinturón de Kuiper que fue capturado por la gravedad del gran planeta.

Muchos datos parecen apuntar en dirección de que Plutón no es un auténtico planeta (aunque lo más probable es que siga considerándose como tal por razones históricas), lo que no ha hecho mella en los astrólogos. Si finalmente se demuestra que Plutón no es un planeta, ¿dejará de tener relevancia astrológica? ¿O seguirá manteniéndola a pesar de eso? De ser afirmativa la respuesta a esta última pregunta, los astrólogos se enfrentaran a un problema aún más grave. Como se ha estimado que en el cinturón de Kuiper deben existir al menos 35.000 objetos de más de cien kilómetros de diámetro, ¿no deberían los astrólogos ir calculando de una vez sus "influencias" para no ser tomados nuevamente por sorpresa?